Dice el periodista Evan Osnos del The New Yorker que “la dinámica entre la prensa y el presidente (Donald Trump) se ha vuelto tóxica”. Desde la aparición del magnate en la vida política de Estados Unidos, su relación con los medios de comunicación ha estado en boca de todo el mundo, especialmente por sus ataques y su animadversión a un gremio que considera “deshonesto”.

Una retórica que le sirvió para ganar adeptos y conseguir la victoria en las elecciones, pero que ha puesto en pie de guerra a los medios. Desde la llegada a la Casa Blanca el conflicto estaba latente, en una especie de Guerra Fría, pero un episodio hace una semana desató una oleada de protestas y el paso a una nueva etapa de la difícil relación.

Si bien los insultos y acusaciones nunca cesaron —el estratega de Trump, el polémico Steve Bannon, fue el primero en calificar a la prensa como “enemigo del pueblo” y la llamó a “callarse la boca”—, el punto álgido llegó el viernes 24 de febrero.

Horas después de que Trump reiterara una vez más que la “prensa es deshonesta y falsa”, la Casa Blanca vetó a cinco grandes medios del país (CNN,The New York Times, Los Angeles Times, la empresa de medios Buzzfeed y el portal Politico) de un encuentro informal sin cámaras con el portavoz Sean Spicer. AP y la revista Time decidieron boicotearlo y salieron en solidaridad con sus compañeros.

No era la primera vez que censuraba medios: lo hizo durante la campaña electoral. Pero sí fue la primera vez que lo hizo de forma explícita.

“A pesar de la muy negativa retórica del presidente sobre los medios de comunicación, el acceso a los periodistas en la Casa Blanca había sido realmente muy bueno”, reconoció a EL UNIVERSAL Jeff Mason, reportero de Reuters ante la Casa Blanca y presidente de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca (WHCA).

“Lo que pasó el viernes fue una excepción. Fue algo que nadie quiere, despierta mucha preocupación”, aseguró Mason.

“Nada de esto había ocurrido en la Casa Blanca en toda la historia cubriendo múltiples administraciones”, dijo Dean Baquet, editor ejecutivo del The New York Times, a través de un comunicado.

La WHCA presentó una queja por la forma en que ocurrió todo, incluso intentó que la Casa Blanca rectificara. “Estuvimos negociando hasta el último momento (…) Pero esa fue la decisión que tomaron y presentamos una objeción”, explicó Mason.

Lejos de rectificar, Spicer justificó la decisión. “Vamos a contrarrestar de forma agresiva. No vamos a quedarnos sentados y permitir narrativas falsas, historias falsas, hechos poco concretos”, amenazó.

Desde entonces, el contacto con la prensa se ha mantenido, pero han cambiado las reglas. En la última semana sólo se realizó una vez la conferencia de prensa televisada. Si bien se mantiene el contacto abierto con los periodistas que quieran asistir, la Casa Blanca impuso nuevas restricciones y burocracia para poder entrar a aquellos reporteros sin pase permanente, lo que dificulta la interacción para toda la prensa. Hacerlo sin cámaras, además, evita que los ciudadanos interesados en conocer de primera mano cuál es el discurso de su gobernante puedan hacerlo.

“[La demanda de permitir entrar cámaras] es un punto justo: la gente que no está presente debería poder ver qué está pasando”, reconoció Mason al respecto. “Es algo que vamos a plantear”, se comprometió.

Sin embargo, eso parece ser un mal menor: peor sería que cancelaran por completo el contacto con la prensa, y más en un país en el que se venera la Primera Enmienda de la Constitución, garante de la libertad de expresión y de prensa.

“Para la WHCA es muy importante y crucial alzarse por los derechos de los periodistas que están garantizados en la Primera Enmienda. Y eso es lo que estamos haciendo”, aseguró Mason a este diario.

El tradicional momento de tregua, por una noche, entre la presidencia y prensa es en la Cena de Corresponsales de la Casa Blanca. Este año no será así porque Trump declinó asistir. “Nuestras cena va a seguir adelante venga o no venga el presidente y vamos a utilizarla para subrayar la importancia de la Primera Enmienda, celebrar nuestros miembros y el buen trabajo que han realizado durante el último año”, explicó Mason.

El último presidente que no asistió fue Ronald Reagan en 1981, porque se estaba recuperando de un intento de asesinato. A pesar de eso, llamó al evento para ofrecer el clásico discurso lleno de bromas y gracias que dominan la velada.

Queda en el aire la polémica del porqué de la retórica del gobierno de Donald Trump contra los medios de comunicación y la hostilidad.

Mientras la Casa Blanca lo justifica como la única opción para contrarrestar un reporteo que consideran “falso e injusto”, algunas voces ven una intención de controlar el flujo informativo y desviar la atención de otros asuntos. “Es algo que habría que preguntar a la Casa Blanca”, considera Mason.

La prensa, lejos de darse por vencida, apuesta por seguir en su trabajo. Se siguen publicando filtraciones que ponen en jaque a la administración Trump, lo que se une a gestos más sutiles referentes a esta pelea entre medios y presidencia.

Hace unos días The Washington Post decidió poner un nuevo lema bajo su cabecera: “La democracia muere en la oscuridad”. The New York Times, por su parte, ha lanzado una campaña publicitaria sobre el concepto de “verdad”, maltratado y defenestrado en el contexto actual de “hechos alternativos” y “noticias falsas”.

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