Washington.— En una calle del centro de la capital estadounidense se oyen gritos en español, el sonido de tambores de ritmo latino. La energía de los centenares (quizás incluso superando el millar) de personas que, a las puertas de la iglesia Metropolitana AME desafían la lluvia-casi nieve y temperaturas más que gélidas para decir “presente” en el Día de Acción Nacional de los Inmigrantes.

En los últimos tiempos, la reivindicación de pertenencia se ha vuelto clave en EU. Es especialmente significativa en una Washington a la que en menos de una semana llega un hombre a gobernar el país con su discurso antiinmigrante, racista y amenazante a todos los derechos civiles. Donald Trump, el próximo viernes, jurará el cargo como presidente número 45 de la historia estadounidense.

“No aceptamos el discurso antiinmigrante, racista, antitrabajadores. Queremos decirle a Trump y todos los que son como él que nosotros somos el poder, somos pueblo”, dice a este diario el mexicano Marvin, quien deja un momento sus labores de organización para mostrar su ira contra lo que viene.

Es sábado por la mañana, el clima no da tregua pero los autobuses siguen llegando. Gente con pancartas, venida de otros estados (Pennsylvania, Connecticut, Nueva York, Carolina del Norte) descienden de sus vehículos y empiezan a cantar: “Sí se puede”, “aquí nos quedamos”, “jamás seremos vencidos”.

“Aquí estamos y no nos vamos” es el lema más repetido: una rebeldía contra las amenazas de deportación masiva de inmigrantes. “¿Qué queremos? Justicia. ¿Y cuándo? Ahora”, coreaban también. La marcha de ayer fue la primera de carácter nacional hecha por los defensores de los migrantes desde que Trump fue electo.

A la gente no le importa desafiar el frío. Eso no es nada, dicen, en comparación con lo que vendrá. Algunas pancartas comparan a Trump con Hitler y a su régimen con el fascismo.

No sólo hubo manifestaciones en Washington, donde según algunos recuentos se reunieron hasta 2 mil personas: 64 ciudades, incluyendo Chicago, Los Ángeles, Nuevo México y Oregon, decidieron unirse en favor de los migrantes, pero también de los derechos civiles. O lo que es lo mismo en esta época: contra la próxima presidencia de Trump.

En Nueva York, activistas de Black Lives Matter realizaron una marcha en torno a la Torre Trump, desde donde el magnate está organizando su futuro gobierno, para exigir igualdad racial.

Aquí, en Washington, el mexicano Carlos dice, casi sin voz tras desgañitarse gritando “yes, we can” (sí se puede): “A mí no me duele lo que está diciendo [Trump]: me fortalece para seguir luchando, y otras comunidades nos están apoyando”. Y es cierto: si bien la protesta está organizada principalmente por organizaciones hispanas en favor de los inmigrantes, la iglesia que cedió el espacio es principalmente afroestadounidense, los asiáticos también ocupan sus sitios, los colectivos feministas dan un toque de color rosa y blancos estadounidenses agarran carteles escritos en español.

“No se espera nada bueno, su discurso es claro: sus políticas no son beneficiosas para nuestra gente”, lamenta Marvin, quien revela el ingrediente para contrarrestar su retórica: organización. “Nos fortalece, nos da más fuerza para seguir en la lucha”, asegura. Carlos coincide: “Vamos a seguir en la lucha hasta que él quiera seguir luchando contra nosotros o quiera seguir discriminándonos como está haciendo”, promete, enojado especialmente por el odio que ha mostrado el presidente electo por los mexicanos.

Café y pupusas. Si para combatir a Trump es necesaria organización, para combatir el frío mientras se hace fila para entrar la receta es café y pupusas (tortillas de maíz rellenas).

El gris de la calle contrasta con la luz y los colores del interior de la iglesia. No cabe un alma, los voluntarios están rebasados, tratando de acomodar a todos los que llegan —al final, incluso tendrán que cerrar puertas—.

Toman la palabra varios dreamers, pero también hay actores políticos. “No vamos a permitir ni a Donald Trump ni a ningún otro que retroceda el reloj de la justicia social”, grita el senador demócrata por Maryland Chris Van Hollen. “No vamos a permitir que entierre la Estatua de la Libertad”, vocifera, arrancado aplausos y vítores.

Afuera, desafiando la lluvia, el reconocido congresista hispano Luis Gutiérrez atiende a los periodistas tras su discurso. “Estamos listos para la lucha, vamos a protegerles a todos. Antes de llevarse a un joven indocumentado, a un dreamer, van a tener que llevarme a mí”, jura.

Gutiérrez, puertorriqueño y una de las voces proinmigrantes más respetadas en el Capitolio, no asistirá a la toma de posesión de Trump porque “no se ha ganado mi presencia”. Pero sí asistirá a la “Marcha de las Mujeres” del día después, una protesta que se prevé multitudinaria e histórica.

Hasta entonces, las manifestaciones se van a multiplicar en Washington, especialmente delante de una Casa Blanca casi lista para recibir a su próximo inquilino, con protestas diarias que tendrán su punto álgido el viernes de la jura del cargo.

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