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Nueva York.— Los 193 países miembros de las Naciones Unidades deben redoblar sus esfuerzos para llegar a un acuerdo ambicioso en París, donde se lleva a cabo la Conferencia de las Partes sobre el cambio climático (COP21), pues la visión internacional permitiría frenar a tres o cuatro grados centígrados el calentamiento global, en lugar de los dos grados que se buscan.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Achim Steiner, director ejecutivo del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), afirmó que actualmente hay una combinación de ambición, expectativa y pragmatismo ante el acuerdo global sobre el clima, aunque el trabajo que queda por hacer antes de diciembre es significativo, ya que hasta ahora 70 países han presentado sus propuestas para combatir el cambio climático.

Por lo tanto, consideró necesario impulsar la descarbonización de las economías para que se eliminen gradualmente las emisiones de carbono y se inicie el proceso de transformación del sector energético, y así acabar poco a poco con la producción y consumo de combustibles fósiles.

Steiner comentó que México ejerció un liderazgo importante al ser uno de los primeros países en presentar sus metas y contribuciones para contrarrestar el calentamiento global, lo que “asustó” a los países industrializados y fue bien visto por las naciones
en desarrollo.

¿Cuáles son sus expectativas para la COP21 sobre cambio climático en París?

—Es una combinación de factores de ambición, expectativa y pragmatismo en términos de lo que podrían ser los próximos pasos. Hemos hecho un progreso significativo desde la COP de Cancún que se realizó después de la COP de Copenhague, para empezar a establecer un nuevo intento de llevar a las 193 naciones a actuar contra el cambio climático. Lo que hemos visto en los últimos meses es que más de 70 países ya se han comprometido y sus propuestas son ambiciosas en cuanto a la mitigación y adaptación. Son compromisos nacionales. Eso es más ambicioso que si no tuviéramos estos compromisos nacionales.

Sin embargo, sabemos que cuando lleguen a París, la brecha de lo que se tiene que lograr y de lo que se prevé es todavía significativo. Tenemos progresos en países desarrollados y naciones emergentes, entonces hemos llegado cerca de romper el punto muerto que durante mucho tiempo teníamos en las negociaciones sobre el cambio climático. Tenemos ahora el momentum para que todos actúen. Hay temas en los que debemos llegar a un acuerdo como el financiamiento, que es el más difícil que tendremos en la cumbre de París. También tenemos que buscar cómo lidiar con la mitigación y la adaptación. Enfrentamos importantes desafíos y mi deseo es que París sea el primer paso para lograr la meta de frenar a dos grados centígrados el calentamiento global. Confío en que en París también se logrará un acuerdo a largo plazo para que podamos también pensar en los esfuerzos para la segunda mitad del siglo.

Varios representantes de Naciones Unidas afirmaron que la meta de dos grados es actualmente imposible y que en París se hará un acuerdo para frenar a tres grados el calentamiento global. ¿Cuál es su opinión al respecto?

—Estamos tratando de decir que el acuerdo en París no garantizará todavía las acciones en emisiones de carbono; es decir, si no aceleramos los esfuerzos en los próximos años deberemos lidiar con un calentamiento de tres o cuatro grados, lo que tendrá un impacto mayor para todos los países. Por ejemplo, en un reporte reciente, se señaló que el aumento de cuatro grados de las temperaturas será catastrófico para las Amazonas en términos de ecosistemas, pero también para el sistema hidráulico de toda América Latina y Brasil. Esto demuestra que debemos ser más ambiciosos con lo que se propondrá en el acuerdo de París... En París no tendremos un acuerdo suficiente que permitirá frenar a dos grados el aumento de las temperaturas, pero eso no quiere decir que debemos de abandonar esta meta.

También dijeron que para 2070 se necesita un mundo sin emisiones de carbono, sin pobreza y sin hambre. ¿Es posible llegar a esas metas?

—Sí es posible. Hemos visto en los últimos 20 años que muchos países han descarbonizado sus economías y su consumo energético. Hemos visto surgir muchas energías renovables, tecnologías, las cuales se volvieron parte de la economía energética global, aunque su contribución absoluta sigue siendo pequeña. Esto se tiene que aplicar al sector automotriz, industrial y agrícola. Sí es posible, porque para responder a nuestras necesidades, tendremos que hacerlo posible.

México fue uno de los primeros países en anunciar sus metas contra el cambio climático. ¿Cómo evaluaría su rol sobre el tema?

—El hecho de que México fue uno de los primeros países en presentar sus metas es algo muy apreciado porque es siempre un tema de que un número de países tiene que empezar y los demás se unen a los esfuerzos. Ahora los compromisos cubren 70% de las emisiones mundiales. México es también una nación importante porque asusta a los países industrializados y al mismo tiempo está reconocido por muchos países en desarrollo porque tiene una realidad que les demuestra que también pueden hacer algo. Sin embargo, como todos los países, México también tendrá que repensar dónde su ambición puede ser ampliada para que llegue a donde debería de estar.

¿Cuáles son los desafíos que enfrenta México?

—México es un productor significativo de petróleo. La realidad es tanto una bendición como un desafío porque si tienes combustibles fósiles hoy, la tentación de construir la economía alrededor de ello, pues la base petrolera es muy alta. Actualmente el petróleo genera mucho dinero para los países productores, pero hay que trabajar en una política energética eficiente y en tecnologías eficientes. México puede verse beneficiado por muchos años más por el petróleo, pero la mejor inversión es desarrollar una economía baja en carbono para mantener su competitividad y ser parte de la solución. Es un debate que solamente los mexicanos pueden tener, pero tiene que darse ahora.

Se habla cada vez más de precio del carbono, de mercados del carbono y de impuestos al carbono. China tendrá su mercado del carbono el próximo año, Europa está implementando el suyo, California tiene el suyo. ¿Es la mejor opción para combatir el cambio climático?

—Para los economistas, la más eficiente opción para mover las economías hacia una inversión en infraestructura baja en carbono, es el precio al carbono. El mundo está luchando para determinar qué instrumentos desarrollar para mantener un mercado compatible con políticas y hacer bajar las emisiones de carbono. Estamos peleando en hacer pasos más pequeños y acuerdos más complejos en lugar de acomodar la política económica de nuestras sociedades y en hacer una ruta más directa para la descarbonización de la economía.

Por ahora, el mercado del carbono es uno de los instrumentos para reducir las emisiones. Habrá que ver cuidadosamente lo que hará China al lanzar su mercado del carbono el próximo año. Sudáfrica está por lanzar un esquema similar. Nuestros economistas y expertos en política estarán atentos para analizar cuál es el mejor instrumento y cuál es el más eficaz para hacer entender a una economía que su futuro depende de desarrollar mecanismos bajo en carbono.

¿Alianzas internacionales y regionales también pueden ser opciones para implementar los esfuerzos contra el cambio climático?

—Hablamos de objetivos y acuerdos globales, pero la implementación se vuelve más eficaz cuando se alinea con el funcionamiento de los mercados económicos. Un alineamiento de las políticas y mecanismos del Tratado del Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) podría funcionar bien porque hay una interdependencia cercana entre los tres países, lo mismo sucede en América Latina.

No obstante, primero necesitamos un acuerdo global contra el cambio climático porque convenios regionales solos no van a funcionar debido a que se requiere un marco global, pero para la coordinación de la implementación, las alianzas regionales pueden ser una opción lógica.

¿Qué se tiene que hacer para que el encuentro de París sea un éxito?

—Dos cosas se tienen que hacer para el éxito de París. Necesitamos traducir los momentum positivos y bien articulados por jugadores claves, quienes han sido centrales en el debate sobre el cambio climático; es decir, Estados Unidos y China. Además están los acuerdos de cooperación recientemente firmados entre Brasil y Alemania, Estados Unidos e India, que han creado un sentido de momentum político. Todo eso tiene que ser traducido en instrucciones para el proceso de negociaciones. El liderazgo político todavía sigue siendo crítico.

Por otro lado, el financiamiento tiene que ser suficientemente robusto, en lugar de hacer que el compromiso de inversión de 100 mil millones de dólares sea un test para muchos países en desarrollo, para un acuerdo en París. Hay que explicar a la gente que no debe esperar que París proponga soluciones para todos los desafíos del cambio climático. Tiene que marcar la próxima etapa y ser suficientemente robusto para que nos ayude a acelerar los esfuerzos.

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