En el artículo anterior señalé que la democracia, la libertad y la justicia son valores que deben estar vigentes y que ponen en el centro a la persona humana. Pero la lucha empieza por la libertad. Y debe darse en las plazas públicas y en las propias universidades.

Por eso es tan preocupante la intolerancia y la represión de las ideas, venga de donde venga, porque no sólo es el poder público el que puede limitar la libertad, sino también el poder que viene de “la movilización social” (a la que Paco Ignacio Taibo II convoca para irse a la calle y exigir que se expropie las propiedades a quienes piensan distinto a López Obrador).

Pero ese fantasma del populismo, de la intolerancia, recorre el mundo. Aquí señalo algunos ejemplos que no ocurren como resultado del ascenso de gobiernos totalitarios, sino, paradójicamente, en donde las ideas deberían ser más libres: las universidades.

Hace unos días, Jorge Calero, profesor de la Universidad de Barcelona, reportaba por Twitter que un homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra se tuvo que suspender de emergencia por la irrupción violenta de manifestantes que aparentemente están a favor de la independencia de Cataluña. Los manifestantes —miembros del sindicato y estudiantes de la universidad— interpretaron que un homenaje a Cervantes era un acto político pro-España. Los asistentes al acto pensaban que estaban hablando de literatura. Ambos tenían el mismo derecho a estar ahí y expresarse libremente de manera ordenada y respetuosa, pero unos decidieron que los otros no se merecían hablar de libros en el recinto universitario y determinaron su expulsión. Y finalmente lo lograron.

Algo similar está ocurriendo en las universidades estadounidenses. El año pasado, en Berkeley se dieron violentos enfrentamientos causados por estudiantes que protestaban por la presencia de conferencistas con ideas conservadoras, e incluso abiertamente pro-Trump. Berkeley, como la mayoría de las universidades de élite estadounidenses, tienen cuadros académicos y estudiantiles que tienden a ser muy liberales en el sentido americano, lo que los inclina fuertemente hacia el Partido Demócrata. Pero esto no había significado que se desatara la violencia porque alguien invitara a un conferencista conservador. La polarización de la elección de 2016 y el ascenso al poder del discurso de odio trumpista encendieron la llama de la “intolerancia liberal”, toda una contradicción, porque ser liberal significa justamente defender la libertad de expresión.

En México afortunadamente todavía hay espacios universitarios genuinamente liberales. Como aspirante y candidata, pude ver en Zumpango, Edomex; en el ITAM y el ITESM; en La Salle; en la UPAEP; en la Universidad Anáhuac, así como en otras universidades de los estados, un ambiente de respeto a la pluralidad. Hubiera asistido a las otras invitaciones porque siempre encontré libertad en las preguntas y en mis respuestas, y también pude ver ese mismo ejercicio en la Ibero con 2 candidatos presidenciales: Ricardo Anaya —que le fue muy bien— y El Bronco. Claro que a algunos les puede ir mejor que a otros, unos convencerán más que otros, pero la libertad de expresión debe existir, así como el respeto a la misma. Las universidades no son tribunales de lo aceptable y lo inaceptable, de lo infalible y lo falible, sino que son lugares donde la pluralidad es lo que enriquece y en una campaña electoral la asistencia de los candidatos es en beneficio del candidato y de los estudiantes.

No podemos permitir que nuestras universidades se conviertan en espacios temibles donde solo se permite a unos y no a otros expresarse libremente. Las universidades se llaman así porque representan el universo de todo lo humano, y eso incluye todas las ideas y puntos de vista, incluso aquellas con las que no se está de acuerdo. Cuando a un mexicano le da miedo ir a hablar a una universidad o la plaza pública para expresarse de manera pacífica y respetuosa, deberíamos preguntar si no es la democracia y con ella la libertad la que se está perdiendo.

Abogada, ex diputada y defensora
de la equidad de género

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