Tengo la impresión de que este país requiere abandonar esa palabrería hueca del republicanismo, asociado a cualquier acuerdo menor pomposamente se agrega el apellido republicano. Un verdadero acuerdo republicano consistiría en unir racionalmente fuerzas en el tema de seguridad que tanto apremia. Es palmario que las fuerzas políticas del arco constitucional han actuado con cálculos políticos insensatos y en algunos casos francamente mezquinos. La disputa ahora es por la creación de la Guardia Nacional y no parece encaminada por el mejor de los rumbos.

Por razones que no es conveniente recordar ahora, el PRI y la izquierda decidieron confrontar sin cuartel al gobierno de Calderón en ese terreno. O probablemente sea una culpa simétrica, pues ese gobierno trató de usar la política de seguridad como un arma arrojadiza contra el entonces todavía poderoso PRI. Hacia el final de ese sexenio la simplonería de muchas organizaciones y voceros oficiosos desplegó una campaña: “no más sangre”, como si el derramamiento de ésta fuese producto de la voluntad presidencial y bastara un nuevo inquilino en Los Pinos para desviar esa hecatombe. En ese momento, importaba más el cálculo político que la responsabilidad de pactar una política de Estado en la materia. Por supuesto no lo iban a acordar con una izquierda que en aquellos años hizo todo por desconocer las instituciones (llegó hasta autonombrar a un presidente legítimo). Parece que fue hace un siglo, pero no, es la historia reciente de este país y de aquellos polvos son estos lodos. Cada gobierno lo iba a intentar como Sisifo. Hoy el Presidente López Obrador enfrenta exactamente al mismo problema que enfrentó Calderón y después Peña Nieto y pone sobre la mesa, con sensatez, la necesidad de crear un cuerpo policiaco sólido con alcance suficiente para atender la grave situación que vive el país. Igual que lo dije entonces lo digo ahora: se debe apoyar al presidente pero sobre la base de una política de Estado, es decir, con un pacto de amplio consenso de las partes y que tenga la aspiración de ser duradero y no un traje a la medida de una administración.  Un pacto de Estado supone no solamente un compromiso jurídico político y presupuestal, sino una voluntad absolutamente nítida en la que las fuerzas políticas no usarán el tema de la seguridad como una ficha política para hacer campaña.

Las posturas cambian en función de la posición que se ocupa, los que ayer pregonaban que había que evolucionar a una ley de seguridad humana, hoy plantean militarizar la seguridad pública, los que ayer proponían la ley de seguridad interior ahora se dicen aterrados por la militarización ¡menudos brincos y acrobacias! Una democracia estable debe reducir estas variaciones.

Pero regreso al espíritu republicano, que hoy aderezo con un espíritu navideño. Aunque el cuerpo les pide (al PRI y al PAN) pagarle al gobierno de Morena con la misma moneda que ellos pagaron como opositores, es decir, no concederles ninguna, no creo que sea un buen camino para el país. La mayoría de Morena podría, por lo menos, mostrar humildad y reconocer que buena parte del diagnóstico que hasta ese momento había planteado era erróneo.

Se abriría así la oportunidad, en efecto, de pactar con gobernadores y presidentes municipales una nueva distribución de funciones y para el Presidente, organizar la fuerza federal como él considere pertinente. Está claro por sus zigzagueos que no tiene (como si la tiene en política social) una idea clara de que hacer y ese es el espacio perfecto para construir un pacto de amplio espectro. Creo, además, que la lealtad de las Fuerzas Armadas, ampliamente demostrada ahora con los vaivenes conceptuales del gobierno, merece ser protegida por una ley, porque es sabido que quienes ahora jalean desde las tribunas parlamentarias y gubernamentales a militares, marinos y guardias nacionales, mañana pueden cambiar y hacerlos responsables de cualquier episodio lamentable.

Yo dejaría de usar frívolamente el republicanismo y diría que, si en algo debemos actuar con un genuino espíritu republicano, es apelar a la virtud de todos los ciudadanos y edificar una institucionalidad que dé seguridad a todos los mexicanos Llevamos 19 años de fracasos y hoy el tema de la seguridad se perfila como el quebradero de cabeza más importante del gobierno de AMLO. Es tiempo de apertura y generosidad. ¡Feliz Navidad a todos los lectores!

Analista político. @leonardocurzio

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