Guanajuato.— En cazos de cobre “curados” se prepara el caramelo con el que cada día decenas de familias dan forma a La China, La Loca, La Trenzuda y La que murió del vicio, algunas de las momias que habitan el Museo de la Muerte representadas en confituras.

La muerte se simboliza en Guanajuato en una charamusca. “Es el dulce placer de la vida”, dice Raquel Hernández Rangel, quien desde hace 32 años vive rodeada de cuerpos momificados y de momias de caramelo, a espaldas del Panteón de Santa Paula, a 20 metros del museo.

El ambiente misterioso que domina en el Museo de la Muerte se combina con un gesto azucarado; en el recinto los visitantes observan y conocen la historia de más de 100 momias, exhumadas del Panteón de Santa Paula, parte del Patrimonio Cultural de Guanajuato, capital que data de 1861, y en el exterior pueden obtener su representación artesanal.

En un pequeño local ubicado frente al museo, al sur del Cerro Trozado, Raquel afirma que las charamuscas son emblemáticos recuerdos de esta capital para los turistas , y parte de la historia de Guanajuato.

“Cuentan que aquí, hace muchos años un minero se iba a trabajar y su madre no tenía dinero para darle de comer y fue con la vecina a pedirle un piloncillo para dárselo con atolito y cuando lo sacó estaba revenido y tenía la figura de calaverita. Desde entonces comenzaron a representar las momias con piloncillo”, relata Miguel Ángel Morales, quien tiene 30 años de producir y vender las figuras forjadas con azúcar morena.

Él es uno de los 30 comerciantes semifijos con permiso del municipio que venden charamuscas en el estacionamiento del Museo de las Momias, que superan en clientela a los puestos fijos.

Con una caja de cartón colgada al hombro se mueve de un punto a otro entre las 9:00 de la mañana y las 15:00 horas. “A 20 pesos la pareja, La Trenzuda y La Momia que se ahorcó, dos parejas y dos momias individuales por 50 (pesos); deme 40 por todo”, ofrece.

En un pequeño taller de su casa dedica de tres a cuatro horas al día para elaborar 30 parejas, que es la venta segura diaria en temporada normal.

Morales dice que hacer momias de dulce es un arte laborioso, cansado, pero satisfactorio porque a la gente le gusta.

“Tengo un tallercito, un cazo de cobre, una mesa con losa de mármol para extender el dulce, una argolla para golpearlo para que salga esponjadito y el molde de una calavera, sombreros grabados con la frase ‘Guanajuato’, gabanes, botellas de licor miniatura e imágenes de la Catrina”, platica.

“No es difícil elaborarlas, es complicado porque hay que saber trabajar muy rápido, porque se enfría muy pronto; se hierve, dura media hora cociéndose, se tapa con los costales para que no se enfríe muy rápido”.

Los comerciantes coinciden en que las figuras también tienen calidades, las que se arman en su base con una capa más gruesa; las frágiles y de aguante, unas en tonalidades claras, oscuras o mixtas, con un tarro o con cigarro y botella de licor.

Raquel Hernández comenta que para los clientes cuenta mucho que las charamuscas estén bien preparadas; unos lo quieren como adorno, otros para comerlas, por eso hay que tener cuidado al elegirlas, para que se puedan conservar y cuando lleguen a su destino no sean sólo pedacería.

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