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Uno de los problemas más graves que enfrenta la capital del país es la movilidad. En horas de mayor demanda el transporte público es insuficiente, las vialidades están al tope, los tiempos de traslado usualmente se duplican porque se viaja a vuelta de rueda. Muchas líneas de los microbuses son inseguras, lo que se suma a que las unidades tienen 15 o 20 años de antigüedad.
Desde hace 50 años se apostó a convertir al Metro en la columna vertebral del transporte de la Ciudad de México, pero en lo que va de este siglo apenas se añadió una línea a la red. La saturación, la inseguridad y los desperfectos mecánicos han golpeado a este transporte como opción eficiente de movilidad.
Prácticamente de manera diaria los usuarios del Metro exponen por decenas sus quejas en las redes sociales ante las deficiencias del servicio. Entre las fallas más frecuentes están: escaleras eléctricas inservibles, avería en cierre de puertas, presencia de humo, riesgosas aglomeraciones causadas por la lentitud...
Una de las causas de lo anterior podría estar en lo que hoy da a conocer este diario. El sospechoso uso que se da al dinero destinado para mantenimiento.
Luego del incremento de dos pesos al boleto del Metro en 2013, se creó un fideicomiso (Fimetro) en el que se depositarían los recursos obtenidos por el aumento. En un análisis realizado por la actual administración a los estados financieros, se encontró que se destinaron 997 millones de pesos para pagar a una empresa, cuyo giro es la venta de instrumental médico, incubadoras y camillas, por la compra de piezas mecánicas que ayudan a la estabilidad de los convoyes en sus trayectos. Una transacción extraña e inusual, por lo menos, que requiere una puntual aclaración.
El problema se agrava porque de las mil 19 piezas adquiridas, 18 han presentado fallas, incluso dos se averiaron a menos de 80 días de su montaje y sin haber recorrido 30 mil kilómetros, a pesar de que la garantía ampara 500 mil kilómetros o 48 meses a partir de la fecha de su colocación. A más de cinco meses del reclamo de la garantía, la empresa no la ha hecho válida.
El deterioro del Metro está a la vista. No se requiere de mucha imaginación para vincular el mal servicio con los malos manejos de los recursos. La información que se presenta hoy es apenas un solo atisbo a lo que debe ser una inspección a fondo del presupuesto de este importante medio de transporte. La administración capitalina entrante tiene una deuda con la transparencia y con la movilidad de los habitantes de la urbe.