A Cuauhtémoc Blanco aún le tiembla la voz al recordar el momento de júbilo que vivió en el partido de retiro que jugó ante el Morelia. Su tono de voz se corta al pensar en la ovación unánime que le rindió la afición presente en el Estadio Azteca. Describe convencido: “Me voy feliz por haber podido despedirme en un partido oficial”. Ni siquiera hace caso al momento en que pudo hacer gol, pero que el travesaño se lo negó.

Agradece a todos los involucrados para que su duelo de despedida con el América, el equipo de sus amores, se diera. Al único que le llama por su nombre es al dueño del conjunto de Coapa. “Tengo que agradecerle a Emilio Azcárraga, a la directiva, por darme la oportunidad. También le doy gracias a la afición, a mi familia y amigos que estuvieron en las buenas y en las malas. También a ustedes [los medios], que yo siempre era el que tenía bronca”, expresa el ‘Temo’. La participación del hoy alcalde de Cuernavaca en el choque ante Morelia se limitó a 37 minutos. Se le vio enjundioso, porque sabía que no tenía derecho a defraudar a los aficionados que colmaron el Estadio Azteca. Siente que los satisfizo con el talento que aún le queda en las piernas. La ‘Cuautemiña’ y las ocasiones que tuvo para marcar provocaron los alaridos y aplausos de los espectadores.

También dice sentir gratitud hacia el actual plantel americanista. “Una mención especial a mis compañeros que me dieron chance de jugar con ellos. Desde un inicio supe que no se trataba de

una cascarita, por eso hice lo mejor que pude en el campo el tiempo que estuve”, recuerda. ‘Cuau’ se limita a enviar ese mensaje. Sólo eso. Evita cualquier opción de preguntas y respuestas.

Los únicos que pueden interrogar al ídolo de 43 años son los representantes de Televisa, quienes lo abordan dentro del terreno de juego. Sin embargo, una reportera de espectáculos se atreve a gritar un cuestamiento dentro del recinto futbolero. — ‘¿Estás emocionado por tu nueva paternidad?’ Cuauhtémoc Blanco no responde. Prefiere irse, no sin antes lanzar una mirada furiosa a la mujer que le pide saber de su vida privada. El ídolo de Tlatilco no se amarga, prefiere irse a cenar para seguir con su festejo en uno de sus restaurantes, escoltado por los agentes de seguridad que no le pierden de vista ni un momento.

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