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En la literatura empieza a desarrollarse un concepto nuevo de formas breves. Éstas incluyen, por ejemplo, la minificción, género literario que tiene fundamentos en el siglo XX pero que en los últimos años ha aterrizado en las redes sociales como Twitter y Facebook.

Ante ello, y a pesar de las formas tradicionales de la enseñanza, la academia empieza a introducir nuevas líneas de estudio, como las humanidades digitales y la cibercultura.

Con la afirmación de que las obras de arte han entrado en una nueva era de la “retuiteabilidad”, Paulo Gatica, investigador de la Universidad de Salamanca que ha trabajado en México y España, se ha convertido en uno de los estudiosos de los tuits planteados como literatura.

“Los conceptos de lo que es y no es literatura han cambiado en los últimos años. Hay una producción de formas breves en Twitter, un soporte que no es tan legitimado y busca metodologías para su interpretación. Un tuit es un espacio no marcado de 140 caracteres no codificado por la tecnología del libro, sin embargo, nuestra idea de la literatura podría cambiar si vemos un microrrelato de Monterroso en la red y no en el libro”, explica.

De acuerdo con el especialista, la minificción y los microrrelatos surgen de la asociación del tema de la brevedad y la fragmentación dentro de los estudios literarios. “Era cuestión de tiempo que estos temas aterrizaran en las redes sociales. Para muchos académicos, la literatura aún son tres o cuatro autores y el resto es de consumo, pero estamos en un contexto en el que ya hablamos de sociedad red, de un ciberespacio y cibercultura, y debemos pensar cómo ese nuevo contexto tecnológico y cultural provoca cambios en nuestra propia noción de lo que es cultura, de lo que es literatura y lo que es arte”.

Para el investigador, un tuit tiene capacidad de ser considerado literatura, si bien no todo lo que está en la red puede consignarse como literario, la importancia de su consideración está en trabajar con ideas de procesamiento, de relación y experimentación más allá de lo hipertextual y lo transmediático.

En la Península Ibérica y en México hay grupos consolidados que trabajan con estas iniciativas; lleom (laboratorio de literaturas extendidas y otras materialidades) se ha dedicado a realizar exposiciones, intervenciones y simposios en donde se muestra el alcance de los escenarios de la literatura digital y las plataformas electrónicas.

En este sentido se piensa que al adecuarse las formas de expresión artística, su estudio debería actualizarse también. El problema principal de esta propuesta es que existen planes de estudio como el de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, que fueron implementados en 1999 y por ello muchas teorías netamente contemporáneas no figuran en las asignaturas.

La herencia académica tradicional está aún muy arraigada en algunos sectores de la enseñanza. “Estas metodologías digitales son muy distintas a las tradicionales, al haber nuevo conocimiento lo primero que se hace es rechazarlo, primero se le demoniza porque no es algo fácil de entender. A veces el problema es que se necesitan capacidades diferentes para que se enseñen las cosas, hay poco interés en aprender a programar, por ejemplo, se piensa que hay que ser hiperespecializado en algo y las humanidades digitales dicen que al contrario, hay que hacer trabajos mayores y más amplios”, señala Miriam Peña, integrante de la Red de Humanidades Digitales y profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

A pesar de ello, algunos profesores en la facultad se han dado a la tarea de introducir nuevas líneas de estudio, como las humanidades digitales y la cibercultura, provocando que la idea de que toda la significación de un libro se limita a un objeto con portada y un cúmulo de hojas de papel con texto en ellas haya comenzado a cambiar para las nuevas generaciones.

De acuerdo con Peña, suele pensarse que al hablar de conocimiento digital este se cierne únicamente a la migración de un texto en formato impreso a un soporte electrónico, pero no es así, la tecnología permite que la creación literaria se dé en plataformas digitales desde un inicio. “Las humanidades digitales comprenden métodos cuantitativos, uso de computadoras para realizar investigaciones y análisis, adaptación de softwares, entre otras cosas. Todo esto implica una reflexión sobre el uso de las tecnologías en la vida cotidiana y cómo afectan al modo de hacer humanidades y a hacer creación o investigación en ciencias sociales y humanidades actualmente”, explica.

Este tipo de asignaturas entraron a la facultad hace no más de cinco años y quienes las trabajan apuestan siempre por la extensión del conocimiento a las posibilidades y necesidades culturales de la época.

“Intentamos incluir a la literatura electrónica dentro del corpus de la literatura en general porque tiene el mismo valor como objeto de estudio un poema electrónico que un texto manuscrito, no queremos seguir manteniendo esa distinción derivada del soporte en que se presentan, ambos pertenecen al corpus y sobre ellos se trabaja”, señala.

El hecho que de que se proponga estudiar creaciones surgidas en lo digital no deja de lado las herramientas teóricas que ha cultivado la academia tradicional, sin embargo es fundamental comprender que las manifestaciones contemporáneas son un proceso que debe crear sus propias perspectivas de observación.

“Muchos estudiantes llegan a la universidad en busca de un canon perfectamente establecido, el problema con la literatura reciente es que esta no siempre ofrece eso puesto que es un canon en formación, no pocas veces errático y experimental. La teoría crítica y el pensamiento teórico son herramientas generosas para entender estas literaturas, siempre y cuando no hagamos de los textos una puesta a prueba de la teoría. Además de esto, o mejor dicho, en el corazón de todo esto, está una de las mayores herramientas de la crítica y la academia actuales: la imaginación crítica. Poco puede hacerse si no tenemos imaginación crítica para plantear problemas que otros no han planteado, o para pensar marcos sin diseño previo”, comenta Roberto Cruz Arzabal, profesor de literatura y teoría literaria y miembro del Laboratorio de literaturas extendidas y otras materialidades (lleom).

“Es importante saber reconocer la importancia de los debates actuales. El reto de los estudiantes es ver que es posible problematizar el presente mediante herramientas contemporáneas, y de los docentes, saber reconocer los límites de nuestras perspectivas críticas y estar dispuestos a explorar otras vías y problemas”, señala.

Literatura contemporánea siglo XXI. Los archivos electrónicos no son las únicas estrategias que se abren paso por los planes de estudio de literatura. También el estudio de literatura actual es un acercamiento que avanza con iniciativa de profesores.

“Afortunadamente no ha sido difícil introducir nuevas líneas de investigación en los programas gracias a la libertad de cátedra que tenemos en la UNAM”, afirma Armando Velázquez, profesor de asignaturas como Narrativa latinoamericana contemporánea, Narrativa metaficcional, Literatura y memoria, Postautonomías literarias, Narrativa migrante, entre otras.

Otra corriente literaria que ha causado gran impacto es la llamada literatura del norte, que aunque no posee definiciones fijas acerca de si se debe abordar como un movimiento cuyo origen y desarrollo deriva únicamente razones geográficas o temáticas, se percibe como un flujo de conceptos y significados que ha tomado gran relevancia en la narrativa mexicana.

“Existe una gran cantidad de escritores en el norte del país que desde hace 30 años trabajan una producción literaria muy interesante e intensa. Lo que varía ahí son los enfoques de estudio, si esperamos una gran novela del norte que se asemeje a La región más transparente, de Carlos Fuentes, es como pedir que el sistema literario siga funcionando como funcionaba en los 50; más que hablar de ‘grandes obras’ podemos pensar en una constelación de obras que funciona en conjunto y nos dan pistas sobre lo que pasa en diferentes partes del país”, explica.

En los estudios contemporáneos es importante no olvidar la realidad vivida fuera de las aulas.

“No creo que lo nuevo y lo tradicional se contraponga, sino que se complementa. Es necesario un salto de ida y vuelta del pasado al presente y del presente al pasado. Tampoco podemos suponer que los estudios literarios están alejados de la realidad sino que impactan en la realidad y nos hacen concebirla de forma distinta y mucho más crítica”, señala.

El reto principal de la academia actual es idear las mejores metodologías para enseñar literatura a generaciones que se relacionan con la tecnología de forma distinta a hace más de 30 años y ese es un trabajo que universidades, profesores y alumnos deben realizar en conjunto.

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