Clínica de Periodismo

¿De dónde surgieron expresiones como “colgó los tenis”, “se nos adelantó”, “se lo cargó el payaso”, “ya se nos fue” o “entregó el equipo”? ¿Quién las inventó? ¿Por qué cuando las escuchamos sabemos a lo que se refieren, pero acudimos a ellas para amortiguar el peso de la muerte? Estas son algunas de las preguntas que la doctora en lingüística Georgina Barraza Carbajal se planteó para iniciar la investigación que conformaría el Diccionario tabú del español de México, que será publicado a finales de año por Siglo XXI Editores y tiene planes de ser actualizado con regularidad.

La investigadora, en colaboración con el psicoanalista Athos Campillo, y la participación de un grupo de recopiladores de corpus pertenecientes a la UNAM, se dio a la tarea de reunir todas aquellas voces que funcionan como eufemismos de temas prohibidos dentro de la sociedad mexicana ya que existe una gran necesidad de legitimar el habla común.

Por ejemplo, de acuerdo con la especialista, para esta sociedad es tan importante exaltar lo viril como remarcar todo aquello que no lo es. Por eso el español de Latinoamérica cuenta con al menos 350 palabras para referirse al miembro sexual masculino, desde “chile” y “mazacuata”, hasta “pajarito” y “dedo sin uña”, 100 de ellas aparecen en esta publicación.

Existe casi la misma cantidad de palabras para referirse a un hombre homosexual, como “joto”, “floripondio”, “maricón”, “loca” y “mayate”.

“El trabajo comenzó a inicios del 2011 cuando al revisar el Diccionario de americanismos me di cuenta de que había mucho léxico que no estaba consignado en ningún texto puesto que tiene que ver con temas que son considerados prohibidos o delicados de abordar, tales como la sexualidad, la muerte o la delincuencia. Se piensa que las ‘vulgaridades’ no son dignas de estar en diccionarios”, comentó Barraza en entrevista con EL UNIVERSAL.

La recopilación del corpus para el diccionario no fue sencilla porque este tipo de léxico no está documentado en textos accesibles.

“Pensé que probablemente en las novelas de la literatura de la onda (representada por escritores como Gustavo Sainz y José Agustín), podría encontrar algunas muestras, pero no había casi nada. Últimamente, con autores como Élmer Mendoza y con la novela de narcotráfico ha habido más apertura para estos vocablos pero tampoco están completos, no son todos los que se usan en la vida real, es casi imposible obtener las muestras que un narco podría darnos, a menos, claro, que seas una actriz”, señaló Georgina Barraza.

Ante este panorama en la literatura nacional, los investigadores buscaron en el cine mexicano y encontraron que en las películas posteriores a los años 70 existe una gran cantidad de vocablos tabú y hay una reproducción fiel del habla contemporánea de México. Así, las cintas que se proyectaron en las salas de cine a finales del siglo XX crearon el corpus de esta investigación.

“Fueron aproximadamente 200 películas vistas cinco o seis veces para levantar el léxico que íbamos a analizar. Entre los filmes más productivos están las películas de ficheras, porque aunque las de Pedro Infante eran populares no tienen ‘malas’ palabras, y títulos más recientes, como Amores perros (2001), Sexo, pudor y lágrimas (1999) o Amarte duele (2004), en las que los participantes se vanagloriaban de ser los primeros en poder decir palabrotas en el cine”, continuó Barraza.

La discriminación también es un tema muy común en el léxico tabú, en ciertas películas escuchamos frecuentemente los términos “fresa”, “negro”, “indio”, “frijol” o “naco”.

Al respecto, Campillo comentó: “A uno lo pueden mandar a chingar a su madre y se mantiene más o menos impávido, pero que te digan ‘naco’, eso sí que no, porque en México hablar de nacos marca nuestra tendencia a discriminar. No hay nada que nos choque más que la discriminación, incluso la llamada discriminación positiva donde se contempla “güerita”, que por condiciones ideológicas se asume como algo bueno”.

Los criterios para clasificar si algo es o no tabú dependen del grupo social
y contexto en que son utilizados, pues cada sociedad fija los límites de sus creencias. Sin embargo, hay dos temas que son prohibidos universalmente: la muerte y la sexualidad, y de estos se deriva gran parte de los demás.

Barraza afirmó que la importancia de estos temas es tan grande que la producción de léxico proveniente del habla común es muy frecuente, por ejemplo, en Latinoamérica el tema de la sexualidad es altamente productivo puesto que es una inquietud mayúscula, por eso aseguró que existen más de 350 entradas para referirse al miembro sexual masculino, entre ellas “camote”, “aparato”, “la de hacer hijos”, “pilín”, “animal” e incluso “verga”, cuyo caso es interesante porque puede funcionar también como adjetivo positivo o negativo y como interjección cuando algo sorpresivo sucede.

La investigadora indicó también que en el ideario mexicano existe gran temor y respeto por la muerte, mismos que se reflejan, de manera catártica, a través del humor. “Los mexicanos siempre hablamos de la muerte, incluso jugamos con ella, decimos cosas como ‘se petateó’, ‘se nos fue’ o ‘enrrolló el petate’ y estos eufemismos existen precisamente porque la delicadeza del tema nos obliga a no mencionarlo, a esconder su significado tras frases culturalmente estructuradas que son comprendidas por todos. Al mencionar los temas tabú, tú mismo te conviertes en un objeto tabú, por eso necesitas unas ‘pinzas lingüísticas’ que te permitan tocar lo prohibido”.

En el texto introductorio, Campillo sostuvo que cada sociedad es capaz de generar sus propios términos tabú según sus necesidades y preocupaciones, mismas que no son fijas y siempre están en constante movimiento. Actualmente, escribió, los tópicos más productivos en México son la delincuencia, el crimen organizado y los crímenes políticos, quizá dentro de algunos años, las cosas hayan cambiado.

“El diccionario no tiene marcas dialectales, es acerca del español hablado en todo México. Puede funcionar como una suerte de herramienta turística y antropológica, un extranjero puede llegar al país y aprender a desarrollarse lingüísticamente por medio de las palabras prohibidas, así como nosotros sabemos identificarnos con ellas”, dijo la investigadora.

Esta obra está planeada para validar el habla común de la mayoría de los mexicanos, esa que nadie nos enseñó a recitar pero que sabemos usar; los “bizcochos”, los “sanchos” y las “nalgas” tendrán un lugar en la historia de la lengua mexicana gracias a este diccionario. Todas las palabras y palabrotas recopiladas son muestras de la identidad y personalidad mexicanas, ellas evidencian nuestros temores, intereses y necesidades a partir de lo más poderoso que tenemos: nuestra voz.

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