Aprincipios de los años veinte del siglo pasado, las hormonas consideradas típicamente sexuales, como el estradiol, la progesterona y la testosterona, se convirtieron en uno de los principales objetos de estudio en los laboratorios científicos de Europa y EU. Por sus características químicas, estas sustancias también denominadas esteroides y segregadas por células especializadas, derivan del colesterol, tal como lo evidenció con sus investigaciones Adolf Friedrich Johann Butenandt. El bioquímico alemán fue galardonado con el Nobel de Química en 1939, aunque no pudo aceptar el premio debido a la prohibición del gobierno nazi.

El que sí pudo recibir su galardón varios años después fue el estadounidense Charles Huggins, pionero en las investigaciones para tratar el cáncer de próstata con las hormonas sexuales. Por su trabajo, recibió el Premio Nobel de Medicina en 1966. Con premios o sin ellos, los estudios sobre las hormonas sexuales han continuado a través de un siglo mostrando un potencial cada vez más poderoso para tratar diferentes enfermedades.

Estas hormonas se producen principalmente en los ovarios y en los testículos, pero todas están presentes tanto en hombres como en mujeres, sólo que en diferentes cantidades: en los ovarios prevalece la producción de estradiol y progesterona, mientras que en los hombres se produce más testosterona. “El papel de estas hormonas va más allá de la reproducción y la conducta sexual, sin embargo se les dio este nombre porque fueron las primeras funciones para las cuales se les encontró relación”, señala el doctor Ignacio Camacho Arroyo, especialista en investigación biomédica de la Facultad de Química de la UNAM.

Compañeras inseparables

“Son mensajeras químicas en nuestro cuerpo y participantes de una gran cantidad de eventos, como: respuesta inmunológica, trabajo del corazón, comunicación neuronal y regulación del sueño, entre muchas otras”, comenta el especialista sobre estas sustancias químicas que nos influyen a lo largo de toda nuestra vida, incluso antes de que nazcamos.

Camacho explica que durante la fase del desarrollo embrionario su función es fundamental porque van a definir las características de diferentes estructuras de las que depende la determinación del sexo, pero siempre están presentes regulando distintas funciones. Camacho agrega que uno de los ejemplos más claros de la importancia de las hormonas en la salud es durante el periodo de la menopausia, pues cuando hay menos producción de estas sustancias se presentan una gran cantidad de enfermedades en las mujeres de las que antes estaban protegidas por el escudo hormonal, como afecciones cardiovasculares, osteoporosis y enfermedades neurodegenerativas.

El especialista subraya que algo muy interesante en relación al papel de las hormonas sexuales es que no sólo participan en procesos fisiológicos normales de hombres y mujeres, sino también influyen en eventos patológicos, como algunos tipos de cáncer que son favorecidos por las hormonas. Desde hace varios años en su laboratorio se ha estudiado el papel de estas hormonas, particularmente el de la progesterona, en el crecimiento de los tumores más frecuentes y agresivos en el ser humano, los llamados glioblastomas.

“Lo que se ha observado en modelos animales y en células derivadas de glioblastomas humanos es que la progesterona favorece la progresión del tumor, pero cuando utilizamos fármacos o estrategias moleculares que disminuyen la acción de la hormona, encontramos que también se presenta una disminución muy importante en el crecimiento de los tumores, tanto in vitro como in vivo”, comenta.

Según información de la Asociación Americana de Tumores Cerebrales, los glioblastomas representan cerca del 17% de todos los tumores cerebrales primarios y entre el 60 y el 75% de todos los astrocitomas. Su frecuencia aumenta con la edad y afecta a más hombres que mujeres. Estos tumores de muy rápido crecimiento generalmente se encuentran en los hemisferios cerebrales, pero se pueden ubicar en cualquier parte del cerebro o de la médula espinal.

Como síntomas más comunes de su presencia se identifican aumento de la presión en el cerebro, dolor de cabeza, náuseas, vómitos y somnolencia; sin embargo dependiendo de la localización del tumor, los pacientes pueden desarrollar una variedad de otros síntomas como debilidad o trastornos sensoriales en un lado del cuerpo, así como convulsiones, pérdida de memoria o del lenguaje y cambios en la visión. En nuestro país se calcula que la incidencia de tumores cerebrales es de alrededor de mil personas por cada millón de habitantes. Se considera que menos del 40% de los pacientes sobreviven el primer año cuando se trata de glioblastomas.

El equipo de trabajo del doctor Ignacio Camacho ha estudiado varios aspectos en los mecanismos moleculares que están involucrados en la acción de la progesterona en los tumores. “Ya tenemos bastante trabajo y estamos en un punto en el que buscamos hacer un proyecto con investigadores del Instituto Nacional de Cancerología para tratar de utilizarlo en seres humanos”, señala y subraya que la idea no es utilizar esta hormona sexual como un solo agente, sino como moléculas de apoyo a las que se utilizan, por ejemplo, en otros tratamientos como la quimioterapia o la radioterapia.

“Pensamos que con una combinación de estos agentes para tratar tumores cerebrales, tendrá mayores posibilidades de éxito, aumentando el tiempo y la calidad de vida en los pacientes”. El científico explica que los orígenes del cáncer son multifactoriales, así que no sería posible curarlo simplemente bloqueando el efecto de la progesterona en el organismo. La idea es potenciar los efectos positivos de los fármacos ya utilizados.

Prometedoras áreas de estudio

Para que las hormonas puedan tener efecto en el organismo, se unen a unas proteínas que se llaman receptores y una vez que sucede esto cambia la actividad de la célula porque se modifica la expresión de los genes. En este sentido otras hormonas que también han sido estudiadas con éxito para el tratamiento de otros tipos de cáncer es el caso de los estrógenos, como el estradiol. Se han investigado de diferentes formas sus implicaciones en el desarrollo del cáncer de mama.

“Lo que se sabe, por ejemplo, es que cuando se realiza una biopsia de cáncer de mama y no se presentan estos receptores para estradiol son muy malas noticias para la paciente porque prácticamente se trata de un tumor que va a ser incontrolable”, dice y añade que desafortunadamente llega un momento en el desarrollo del cáncer de mama o de próstata cuando ya no hay estos receptores y se dificulta el desarrollo de estrategias terapéuticas contra los tumores.

Camacho explica que con el incremento de la esperanza de vida en hombres y mujeres se ha ampliado el estudio del impacto hormonal en la salud. “La mujer llega a la menopausia en México alrededor de los cincuenta años, pero durante mucho tiempo, la media de vida eran los sesenta, así que había muchas enfermedaes que se desconocían. Hoy se sabe que algunas enfermedades neurodegenerativas, demencias como el alzheimer, podrían ser modificadas con una terapia de reemplazo hormonal, mediante combinaciones de estrógenos con progesterona”.

El investigador señala que últimamente se discute mucho sobre las terapias de reemplazo hormonal en las mujeres menopáusicas para retrasar la aparición de las enfermedades o mejorar la sintomatología”, dice y apunta que en el caso de la progesterona hay muchos estudios de diferentes grupos de científicos en el que se demuestra que puede ser utilizada como un agente neuroprotector cuando hay un accidente cerebrovascular.

El estudio de estas hormonas es prometedor en otras áreas. Camacho explica que existen varias infecciones, ya sea causadas por virus, bacterias, hongos o parásitos, que son más frecuentes en uno de los sexos y no sólo aparecen determinadas por una cuestión social, laboral o económica. “Al modificar la respuesta inmunológica, las hormonas sexuales también constituyen un factor importante para que se presenten cierto tipo de infecciones con mayor frecuencia en hombres o en mujeres”.

El que estos procesos infecciosos prevalezcan de diferente forma bajo la determinante del sexo, abre también muchas posibilidades en el campo de la biología molecular, pues pueden ser creadas estrategias para el control de la enfermedad sin que se afecte a otros órganos que están sanos, una de los grandes retos de la farmacología contemporánea en el mundo.

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