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Es común que el diagnóstico de la bipolaridad sea tardío, pues entre la aparición de los síntomas, el adecuado diagnóstico y el tratamiento, suelen pasar varios años. Incluso para los psiquiatras diagnosticarlo no es fácil, ya que muchas veces los síntomas son poco claros tan claros y quien lo padece inicialmente no se da cuenta que tiene esta enfermedad mental.
La depresión y la euforia son las dos fases características del trastorno bipolar. La aparición de una de ellas suele ser intensa y traer distintas consecuencias.
Quien padece bipolaridad puede involucrarse en actividades potencialmente peligrosas y tomar riesgos que en otro momento no tomaría, puntualizó la doctora Ingrid Vargas Huicochea, del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Por ejemplo, en la etapa de la euforia pueden adquirir una deuda, incurrir en problemas legales, en prácticas de infidelidad o incluso en contactos sexuales fortuitos. En la fase de la depresión la persona es poco productiva, no tiene motivación o interés por hacer nada y aparecen pensamientos de muerte o suicidas.
De hecho, los intentos de suicidio en esta fase son muy elevados debido a la impulsividad que llega acompañada de los cambios que se dan entre ambas fases.
Dos fases que alteran
Entre los factores que favorecen la aparición de las crisis en el trastorno bipolar se encuentran las variaciones en el ciclo del sueño (periodos sin dormir o cambios de husos horario), algunos estresores o experimentar emociones extremas y el consumo de drogas, entre otros.
Además, la alternancia de las fases (depresión y manía), así como una duración de mínimo una semana para la manía y dos para la depresión, y la intensidad de ellas es lo que caracteriza al trastorno bipolar, indicó la psiquiatra.
Este trastorno tiene mayor recurrencia entre los 20 y los 30 años, aunque cada vez es más frecuente en niños y adolescentes y, en casos excepcionales, hay bipolaridad con un inicio tardío (mayores de 45 años).
Una vez diagnosticado, el tratamiento de base es farmacológico; se utilizan estabilizadores del estado de ánimo y algunos antipsicóticos, además de psicoterapia y psicoeducación como complemento.
Ingrid Vargas destacó que los medicamentos no deben suspenderse aunque se logren periodos sin síntomas evidentes de ninguna de las dos fases, no aparezcan nuevas crisis o éstas sean breves y no tan intensas.
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
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