Nadie puede cuestionar que la innovación es un asunto medular para la sostenibilidad de los negocios. Al intentar implementar cambios dentro de las organizaciones, los directores se enfrentan al desafío de competir con la propia naturaleza cambiante de la innovación.

Al menos 56% de los CEO no ha implementado un proceso de innovación dentro de su organización, de acuerdo con la encuesta Perspectivas Globales de los CEO 2015, Crecimiento imperativo en un entorno más competitivo realizada por KPMG International.

Aunque los resultados indican que la alta dirección tiene conocimiento pleno de la necesidad de transformar su negocio si se trata de sobrevivir y prosperar, casi una tercera parte (30%) de los directivos indica que su negocio no asume el riesgo suficiente ante su estrategia de crecimiento a nivel global.

El reto es, entonces, atreverse a superar el espíritu desafiante de la innovación. Los emprendedores más innovadores han aplicado premisas para fomentar esas capacidades puertas adentro de la organización.

1. Pensar en grande y seguir la visión del negocio. Es fundamental trazar un plan para encontrar las oportunidades de mercado que permitan escalar rápidamente hasta alcanzar la visión de la corporación. En este punto vale la pena reflexionar sobre la claridad de esa visión: si se actualiza o no con frecuencia, si los colaboradores la conocen y creen en ella.

2. Contar con la premisa: el cliente es primero. Pensar en innovación es pensar en el cliente, en lo que capta su atención y atrapa su compra. Es, sin duda, el centro de los productos y servicios. Por esto, los responsables de innovar dentro de una compañía deben ponerse en sus zapatos para entender su experiencia con los productos y servicios y conocer sus opiniones a través de encuestas, entrevistas y redes sociales.

3. Fallar rápido, fallar barato. Los empresarios disruptivos aceptan el fracaso y adaptan el cambio de manera veloz. Ven la experimentación —y los fracasos que en ese proceso se puedan dar— como un camino a la innovación. Lo ideal es no sólo concentrarse en los resultados, sino en el camino para llegar a esos resultados.

4. Colaborar a lo interno y externo. Hay que aprender a hacer alianzas entre los propios equipos de trabajo, así como también con agentes externos, como proveedores, clientes y universidades. Hay tres estrategias para crear ideas: el crowdsourcing (para encontrar nuevas formas de financiamiento), el hackthon (competencias para construir ideas y resolver problemas) y co-creación y asociación (con actores vinculados al negocio).

5. Trabajar en equipos pequeños. En los equipos reducidos —no más de cuatro personas— la velocidad de trabajo es mayor y la toma de decisiones es ágil. Establecer reglas previas en estos procesos será clave para evitar que esa agilidad se pierda en otras jerarquías de la organización.

6. Hacer más con menos: Muchas empresas llevan a cabo sus metas con recursos limitados. Su motivación es la necesidad de sobrevivir. Para mejorar el financiamiento de la innovación se recomienda: crear proyectos experimentales, con presupuesto y talento limitados y seguir sus procesos y resultados. Para lograr mejoras, a veces hay que cambiar la forma de hacer las cosas. Una idea es financiar proyectos con base en resultados, no por tiempo de realización.

7. Poner la tecnología en el corazón de los negocios. La tecnología es una herramienta que permite llegar a los mercados y clientes globales con rapidez, a mayor escala y reduciendo costos.

En los últimos años, el enfoque de las empresas hacia la innovación ha cambiado. La velocidad del mercado, impulsado por una economía global profundamente interconectada. Hoy en día, las empresas deben aprender a adaptarse a nuevos modelos de innovación, sin perder de vista la tecnología, las fuentes de financiamiento y, lo más importante, el cliente.

Socio Líder de Industrias y Mercado de KPMG en México

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