Hace quince días inicié 2019 con el análisis de lo que podría depararle el año que arranca a Donald Trump (https://www.eluniversal.com.mx/articulo/arturo-sarukhan/nacion/se-acerca-el-invierno-para-trump-en-2019). Hoy hago lo mismo con el Partido Demócrata y su reto más trascendental en los meses por delante: un largo y convulso camino a la primaria para determinar la candidatura que habrá de enfrentar a Trump en los comicios presidenciales de 2020, en lo que será probablemente el ciclo electoral menos predecible en Estados Unidos de los últimos 25 años o más.

La mayoría de las primarias Demócratas de las últimas décadas han sido procesos binarios, con un centrista confrontando a un progresista o insurgente. Durante la contienda por la próxima nominación presidencial no habrá nada -ciertamente no antes de la primera aduana en Iowa en febrero 2020- que sea binario en el proceso de selección al interior del partido. Demócratas de todos los colores y sabores, desde los que acumulan décadas de experiencia como legisladores o funcionarios, hasta quienes apenas ostentan a lo sumo un par de años de servicio público o -en algunos casos- ninguno, buscarán redefinir la plataforma liberal y progresista del partido. La precampaña arrancó para todo propósito a finales de diciembre con la senadora Elizabeth Warren de Massachusetts anunciando que ya había constituido un comité de exploración (una formalidad para todo aspirante a la nominación presidencial). Le siguieron Julián Castro, el ex alcalde de San Antonio y ex secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano con Obama, la congresista Tulsi Gabbard de Hawái, el congresista John Delaney de Maryland, y las senadoras Kirsten Gillibrand de Nueva York y -este lunes pasado- Kamala Harris de California. Pero éstos seis pronto tendrán mucha compañía. En vías de decidir si declaran su intención de buscar la nominación de su partido, hay un ex vicepresidente, Joe Biden; un ex precandidato presidencial y senador, Bernie Sanders; el ex alcalde de Newark y senador Corey Booker; el ex alcalde de Denver y ex gobernador de Colorado, John Hickenlooper; el ex congresista Beto O’Rourke; el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo; los senadores Sherrod Brown (Ohio) y Michael Bennet (Colorado); el ex alcalde de Nueva Orleans, Mitch Landrieu; la senadora Amy Klobuchar (Minnesota); y por lo menos dos billonarios, el ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg y el ex fundador de Starbucks, Howard Schulz. Más lo que se acumule.

Muchos de estos aspirantes correrán en los mismos carriles y pelearán por los mismos sectores del partido (por ejemplo, Biden y Brown por el voto de cuello azul, Harris, Booker y Castro con la carta de la diversidad étnica y Sanders y Warren por el ala progresista). Algunos, si bien pesan en el Senado, no se han fogueado política y electoralmente fuera de sus estados profundamente Demócratas (el caso de Harris, Gillibrand y Booker). Pero son Sanders y O’Rourke -indistintamente de que alguno pudiese al final del día erigirse o no con la nominación- quienes ejemplifican la lucha política e ideológica interna que se cierne sobre el Partido Demócrata en los meses por venir. Y ya hubo el primer disparo en esa lucha por el alma del partido, con una serie de ataques en redes sociales a O’Rourke desde cuentas proclives a Sanders. Los ‘sandernistas’ ven a O’Rourke como una amenaza a su proyecto porque en muchos sentidos, lo es. El ex candidato al senado por Texas (https://www.eluniversal.com.mx/articulo/arturo-sarukhan/nacion/un-huracan-en-texas) logró lo impensable: poner contra la pared al GOP en uno de los estados más Republicanos del país; una recaudación sin precedentes vía internet cercana a los $90 millones de dólares; con un mensaje de juventud y optimismo sin evitar temas espinosos como la brutalidad policiaca contra afroamericanos; con un manejo eficaz en redes sociales; atrayendo a independientes y a Republicanos moderados; y esgrimiendo autenticidad intelectual ante algunos dogmas del ala progresista. Al igual que con Obama y la primaria de 2008, Beto encarna el voto de los que quieren cambio. Pero además hoy hay en EU montañas de evidencia de encuestas y análisis que muestran que lo que realmente motiva a los votantes es la antipatía al otro partido o candidato (como lo demostró 2016 con Clinton). Si esto es cierto, entonces los Demócratas deberían escoger un candidato que no despierte la hostilidad extrema de votantes moderados Republicanos o independientes. No en balde hay, en una elección que será un referéndum sobre Trump, muchas voces al interior del partido pidiéndole a Sanders que no compita por la nominación para dejar el campo abierto a otros. Pero esto no será ‘Plaza Sésamo’; esa agenda centrista que encarna O’Rourke -y algunos otros como Hickenlooper, Bennet o el propio Bloomberg- inevitablemente generará tensiones con el ala y la agenda progresistas del partido encabezadas en este momento por Sanders.

El reto estratégico para los Demócratas el próximo año será cómo motivar y movilizar a su base en ciudades y suburbios (en estos últimos radica la clave de su victoria en las intermedias de noviembre pasado) al tiempo que logran volverse mínimamente competitivos en zonas contiguas a los suburbios y regiones rurales (fue ahí, sobre todo en la zona de los Grandes Lagos, donde votantes por Obama en 2009 y 2012 se decantaron por Trump en 2016). Pero el gran reto táctico será evitar la canibalización del partido y de sus precandidatos. El Partido Demócrata no debe tenerle miedo a la competencia. Los últimos tres candidatos Demócratas que se alzaron con la presidencia fueron nominados en primarias abiertas y reñidas. Pero sí debe temerle en cambio a una contienda caótica y polarizante que se convierta en un examen y umbral de pureza ideológica, sobre todo con respecto al sector progresista del partido, empoderado por una nueva camada legislativa que llegó al Congreso a raíz de las elecciones intermedias de 2018, y cuya abanderada más emblemática es Alexandria Ocasio-Cortez. Y el discurso anti-Trump será determinante en la primaria Demócrata, pero no será suficiente. Habrá que articular una visión proactiva y persuasiva del país y de los valores que encarna el partido. Si los polos ideológicos que hoy encarnan Bernie y Beto no se logran conciliar, no es descabellado pensar que los Demócratas bien podrían regalarle la reelección a Trump.

Consultor internacional

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