¿Qué le pasó a Jim Carrey? Esta, por supuesto, no es una de esas preguntas cuyas respuestas matan, pero sí es una que, cuando no hay nada más importante en qué pensar, asfixia nuestra curiosidad. Hace unos meses apareció un cortometraje al respecto donde un pintor explicaba la muerte del comediante Jim Carrey. El hombre en el video es idéntico al actor pero no intenta hacernos reír. En ningún momento grita: “Alrighty then!”. Sin advertírnoslo, Carrey se transmutó en una figura discreta que se dedica a pintar imágenes radiantes de Jesucristo. No es difícil creerle lo que muchos podrían considerar una exageración: en verdad murió uno y en su lugar apareció otro. Si nos ponemos menos románticos podemos decir simplemente que a Carrey se le cayó al fin la máscara. Despojado de sus gestos maniáticos, ante nosotros aparece ahora un hombre templado y filosófico —aunque tal vez demasiado para ser verdad— que se refugia en un nihilismo benigno. “No quiero nada”, le explica a su entrevistador en el documental de Netflix Jim & Andy: The Great Beyond - Featuring a Very Special, Contractually Obligated Mention of Tony Clifton.

Anunciado como una colección de anécdotas divertidas y a veces atemorizantes sobre la filmación de El lunático (Man on the Moon, 1999), el documental termina siendo no tanto sobre este extraño episodio en la historia de Hollywood ni sobre la desaparición de Jim Carrey en el papel de su ídolo, Andy Kaufman. Tampoco se trata precisamente de este último, quizás el comediante más aventurado en la historia estadounidense, aunque él se consideraba un artista del performance. Cuando está a punto de terminar, Jim & Andy nos revela al fin su tema: la transformación de un hombre ambicioso en un hombre sin más ambición que respirar. El resultado final de este cambio es un desafío al pensamiento estadounidense tan obsesionado con la competencia, y es probablemente un símbolo no de la sociedad de Trump sino de la que lo rechaza. Sí, Carrey nació en Canadá, pero, como él mismo lo menciona en el documental, su sueño fue siempre alcanzar la fama en Estados Unidos. Quizá pocas cosas en los 90 evocaban las barras y las estrellas tanto como el rostro retorcido de Carrey, pero ahora su figura solemne se añade a un Hollywood cambiante que se purga de acosadores sexuales y coquetea con el cine de autor europeo. Su vida se ha convertido en un rechazo al pasado que le dio tantas cosas, pero esa misma historia nos anunció, sin darnos cuenta, ni él ni nosotros, su futuro.

Sin entender el carácter de Carrey sería imposible saber que productos industriales como La máscara (The Mask, 1999) son algo más que una farsa para audiencias masivas. En una escena de la película que reproduce Jim & Andy el protagonista le explica a otro personaje que al ponerse una máscara mágica se convierte en un tipo desenvuelto y poderoso que le permite hacer todo lo que él se niega a sí mismo por inseguridad. Si entendemos la máscara mágica como un símbolo del personaje que interpretaba Carrey en público, nos daremos cuenta de que, sin dejar de ser una película mediocre, La máscara es la biografía de su actor principal. The Truman Show: Historia de una vida (The Truman Show, 1998) y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004) son también reflejos y profecías.

Esto no quiere decir que el director Chris Smith sea plenamente honesto en su representación de la carrera y la vida de Carrey. El ocultamiento de las superficiales películas que preceden y suceden a las que se refiere el documental es bastante obvio y demuestra que, en busca de sostener su argumento, Smith ignora todo lo que pudiera derrumbarlo. Después de las experiencias en la filmación de El lunático, Carrey siguió protagonizando títulos inofensivos como ¡Sí, señor! (Yes Man, 2008) y Los pingüinos de papá (Mr. Popper’s Penguins, 2011), así que podemos asumir que el efecto de interpretar a Andy Kaufman tardó más de una década en modificar al actor. Por otro lado, Smith nunca discute con Carrey el suicidio de su ex novia Cathriona White, que probablemente tuvo el impacto más devastador en su consciencia. Por supuesto, se trata de un tema delicado y probablemente Carrey no se habría prestado a hablarlo, pero su ausencia añade a las sospechas de manipulación.

Lo que sí demuestra Jim & Andy de manera incuestionable es que las historias sobre Carrey en El lunático son ciertas. Según cuenta él mismo, después de obtener el papel se encontraba mirando el océano y se comunicó telepáticamente con el espíritu de Kaufman, que le pidió hacerse a un lado para interpretarse a sí mismo. Poseído por Kaufman o por la idea de él, Carrey empezó a explotar un inmenso sentido de la ironía y logró un performance tan grande como los de su héroe, que gozaba más confundiendo a la audiencia que entreteniéndola. Hay quienes aseguran que su muerte fue fingida y se trata del mayor acto de su carrera. Por su parte, Carrey no respondía a su nombre sino al de Andy o el de Tony Clifton, el personaje más desagradable de Kaufman. En el metraje que se filmó para el kit de prensa electrónico vemos a sus colegas desesperados, atemorizados o conmovidos con su actuación. Jerry Becker, en el papel del padre de Kaufman, pelea con su hijo incrustado en Carrey y hacen llorar a una maquillista. Cuando lucha con Jerry Lawler como lo hizo Kaufman en los 80, Carrey provoca un escándalo falso que ve en la televisión con orgullo. Ninguna anécdota de celebrados actores de método como Dustin Hoffman o Robert De Niro llega a tales extremos.

Como antes lo mencioné, Smith se confunde entre los muchos temas de la película y no le da una dirección clara. A veces cae en clichés imperdonables, como la musicalización de un fragmento con La danza del hada de azúcar, de Chaikovski, para subrayar las travesuras de Carrey. Pero al igual que en El lunático, la verdadera razón para ver Jim & Andy es su protagonista. En una lo veíamos por la fantasmagórica reaparición de Kaufman en otro cuerpo; en la otra lo vemos por la emergencia inédita de un hombre desenmascarado. Si Jim & Andy no nos entrega una experiencia estética inolvidable, al menos nos da una gran revelación de lo humano.

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