Seguramente las denuncias de pasajeros contra choferes de Uber se refieren a problemas reales. Sin embargo, llama la atención cómo el manejo noticioso dimensiona los hechos y les da una nueva connotación.

El 11 de octubre una usuaria denunció en redes sociales acoso sexual por parte del conductor enviado por la plataforma UBER para cubrir el servicio. El 25 de julio otra usuaria denunció haber sido abusada por el chofer en un servicio solicitado a las cinco de la mañana, rumbo a Perinorte y otra usuaria el 21 de junio fue atacada también por el conductor, por el rumbo de Ecatepec.

Un usuario de nombre Isaac Salame dio a conocer en redes sociales un intento de hackeo sobre la aplicación de Uber en un servicio solicitado por él y la duplicidad en el servicio le dio desconfianza, porque el servicio original sí llegó. Él explica que recibió una llamada del supuesto chofer informándole que había cambiado de auto, lo que significa que alguien con fines delictivos había interceptado la señal del sistema Uber para pasar a buscarlo.

Lo que desató este fenómeno en contra de Uber fue el asesinato de la estudiante de la BUAP, Mariana Fuentes, por un supuesto chofer de Uber.

Definitivamente, lo que está sucediendo es que la delincuencia organizada ha vulnerado el sistema tecnológico de esta empresa de transporte, para realizar sus fechorías.

Cabe preguntar ¿no hay más riesgos de suplantación de taxis con fines delincuenciales en los servicios tradicionales?.

Sólo con sustituir las placas o pintar un auto como si fuese un taxi, cualquier banda de delincuentes puede realizar secuestros exprés con toda impunidad. Recuerdo que dos amigos fueron secuestrados en la Ciudad de México, en dos eventos diferentes, hace bastante tiempo.

Quizá el problema ha sido la incapacidad de los directivos de Uber para enfrentar de modo profesional esta crisis, que definitivamente favorece los intereses de las organizaciones gremiales de los taxis tradicionales, que se han visto amenazadas por este nuevo sistema de alta tecnología. Sólo así se entiende por qué se ha hecho viral.

Sin embargo, cada sistema tiene un mercado natural y Uber y Cabify cubren a un segmento de la población mucho más pequeño, pero de mayor poder adquisitivo, debido al sistema bancarizado de tarjeta de crédito que se utiliza predominantemente.

Es una exigencia que Uber debe mejorar sus filtros para aceptar choferes e inversionistas que se adhieren a su sistema y su plataforma, pues como ya se ha visto, su credibilidad y confianza pueden estar en riesgo si continúan los delitos. A final de cuentas la misma tecnología da un mayor control sobre la identidad de los propietarios de los autos y quienes los conducen.

Podríamos decir que dar prioridad a la gente de edad madura como conductores de los autos puede significar no sólo mayor seguridad para los pasajeros, sino también un proyecto de responsabilidad social que impactaría muy favorablemente la imagen de la empresa, pues la presentaría como solidaria con un segmento de población muy limitado en ofertas laborales.

¿Usted cómo lo ve?

@homsricardo

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