Los países occidentales promueven una campaña de desinformación, según la cual el aumento de los precios mundiales de los productos alimenticios, fertilizantes y energía se debe exclusivamente a la operación militar especial que Rusia lleva a cabo para proteger a la población rusa de Donbass.

Rechazamos categóricamente estas acusaciones absurdas e infundadas. El aumento de los precios de los alimentos comenzó mucho antes del inicio de la operación especial, los materiales de la FAO lo confirman, y fue causado por el egoísmo y errores sistémicos cometidos por los mismos Estados occidentales en sus políticas macroeconómicas, energéticas y alimentarias.

Deseando impulsar una transición energética acelerada hacia las fuentes renovables, Occidente redujo drásticamente las inversiones en los sectores de petróleo y gas, lo que provocó el alza actual de los precios globales de la energía. Debido a la volatilidad de los precios del gas natural (que es la materia prima para producir fertilizantes) y las medidas restrictivas contra Rusia, el costo de los fertilizantes se ha triplicado desde el año 2020.

Las sanciones unilaterales antirrusas han exacerbado el desequilibrio de los mercados globales, incluidos los agrícolas. Se bloquearon las terminales portuarias, a través de las cuales se transportaban productos alimenticios e industriales rusos. Las empresas financieras, logísticas y bancarias han dejado de asegurar y prestar servicios para las transacciones de venta de alimentos y fertilizantes de Rusia.

El informe de la FAO “Regional Review of Food Security and Nutrition in Europe and Central Asia”, elaborado conjuntamente con el PMA, la OMS y el UNICEF, establece que “las sanciones y restricciones a la exportación de alimentos, fertilizantes y combustibles han hecho subir los precios de los alimentos en toda la región de Europa y Asia Central y en todo el mundo”.

Los Estados occidentales guardan silencio sobre el hecho de que los principales beneficiarios de la subida de los precios de los alimentos son sus corporaciones más grandes. Se trata de las estadounidenses Archer Daniels Midland, Bunge y Cargill, así como de la holandesa Louis Dreyfus, que ocupan del 75% al 90% del comercio mundial de productos agrícolas. En el año fiscal 2022, solo Cargill aumentó las ventas en un 23% a $165 mil millones, registrando un ingreso neto récord de $5 mil millones. El desplazamiento de Rusia de los mercados mundiales de alimentos y la creciente incertidumbre en ellos crean condiciones favorables para que las corporaciones occidentales obtengan ganancias máximas.

El 22 de julio de 2022, por la iniciativa del Secretario General de la ONU se firmaron dos acuerdos interrelacionados en Estambul: la «Iniciativa del Mar Negro» sobre la exportación de cereales ucranianos y amoníaco ruso, así como el Memorándum Rusia-ONU sobre la normalización de las exportaciones de productos agrícolas y fertilizantes rusos. Estos acuerdos preveían el levantamiento de las sanciones occidentales ilegales que obstaculizan los suministros de cereales, alimentos y fertilizantes rusos al mercado mundial. Desde entonces ya pasó un año y Occidente no movió un dedo para hacer algo de eso.

En violación de los objetivos humanitarios declarados, la exportación de alimentos ucranianos se utilizó para enriquecer a las grandes empresas estadounidenses y europeas que comercializaban las cereales ucranianos. Las cifras hablan por sí mismas. Durante el año de funcionamiento de la «Iniciativa del Mar Negro», se exportaron 32,8 millones de toneladas de carga, de las cuales más del 70% (26,3 millones de toneladas) se enviaron a países de ingresos altos y medios altos, incluidos los países de la UE. Los países más pobres, en particular Etiopía, Yemen, Afganistán, Sudán y Somalia, obtuvieron menos del 3%, con un total de 922.092 toneladas. Tal geografía se vuelve clara si tenemos en cuenta que los dueños de una parte importante de las tierras cultivables de Ucrania (más de 17 millones de hectáreas) son las corporaciones occidentales Cargill, DuPont y Monsanto. Fueron ellos quienes se convirtieron en los principales beneficiarios de las exportaciones de granos ucranianos.

Además, es indignante que los países europeos «preocupados» por la seguridad alimentaria en África no dieron su permiso para realizar la iniciativa de Moscú de enviar de forma gratuita los fertilizantes minerales rusos, bloqueados ahora en los puertos europeos, a los países más pobres. De las 262.000 toneladas llegó a ser posible enviar sólo dos partidas: 20.000 toneladas a Malawi y 34.000 toneladas a Kenia.

Algunas cifras más. La participación de Rusia en el mercado mundial de cereales es del 20%, la de Ucrania es menos del 5%. Es decir, los países occidentales, por sus motivos políticas egoístas restringen la oferta rusa del 20% del trigo mundial y al mismo tiempo acusan cínicamente a Rusia de provocar hambruna.

Además, el régimen de Kiev utiliza el corredor seguro abierto por Rusia para la exportación de cereales para cometer ataques terroristas contra la infraestructura civil rusa, incluido el puente de Crimea. En junio pasado, los terroristas ucranianos destruyeron el ducto de amoníaco «Togliatti-Odesa», cuyo funcionamiento formaba parte de los acuerdos de Estambul.

En estas condiciones Rusia mostró los milagros de paciencia, extendiendo una y otra vez su participación en los acuerdos de Estambul. Sin embargo, teniendo en cuenta todos los factores, continuar con los mismos ya no tiene ningún sentido. Rusia está lista para considerar volver a los acuerdos de granos si los países occidentales decidan por fin cumplir con lo pactado.

A pesar de las restricciones ilegítimas de EEUU y la UE, Rusia continúa aumentando la exportación de cereales y productos alimenticios a los países de Asia, África, América Latina y Oriente Medio, ayudando a estabilizar el mercado global, fortalecer la seguridad alimentaria de los países en desarrollo, así como la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Embajador de la Federación de Rusia en los Estados Unidos Mexicanos

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