En su camino, la humanidad deja dos huellas: la del progreso y la del desecho. Dentro de la gran hazaña del hombre en el espacio reside la preocupación creciente de la basura espacial, definida así por los satélites obsoletos y sus residuos que flotan en la órbita terrestre.

Del 4 al 10 de octubre pasado se celebró la Semana Mundial del Espacio, en coordinación con la Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre de las Naciones Unidas. Sus temáticas generalmente se concentran en la conquista de nuevas fronteras, las innovaciones, los viajes tripulados, la observación del espacio y las múltiples aplicaciones de las telecomunicaciones, servicios georreferenciados de producción, distribución y movilidad de bienes, personas y servicios, así como el monitoreo climático y los sistemas de vigilancia y de seguridad nacional.

Los cambios tecnológicos y el desgaste de los artefactos espaciales y sus componentes llegan al final de su vida útil y algunos han colisionado entre sí y han dejado a su paso millones de fragmentos de desechos que flotan en el espacio orbital del planeta. Así se cumple la idea del pensador francés Paul Virilio, que advierte que cada nueva tecnología conlleva un nuevo tipo de accidente.

Los escombros de basura orbital forman una nueva y preocupante forma de contaminación. La Agencia Espacial Europea calcula que hay más de 130 millones de fragmentos de un milímetro hasta 10 centímetros y 36 mil de mayor tamaño que viajan a 28,000 kilómetros de velocidad, lo que los convierte en verdaderos proyectiles de peligrosas consecuencias que ponen en riesgo la operación segura de nanosatélites de nueva generación.

De este diverso conjunto de satélites inoperantes, el 40% fue lanzado por los Estados Unidos, 28% por la Unión Soviética/Rusia, 19% por China y casi el 1% por India, entre otros.

Actualmente hay 9,000 satélites activos. Tan sólo en 2020 se lanzaron 1,283 satélites; es el año récord en lanzamientos orbitales. Y se estima que para el año 2030 se coloquen 40 mil nanosatélites de nueva generación.

Existen empresas que preparan satélites diseñados para la captura y reorientación del desecho espacial, para su destrucción en el reingreso a la atmósfera terrestre.

La ONU ha propuesto que todas las entidades públicas o privadas sean responsables de retirar los equipos que pusieron en órbita con una vida útil de 25 años.

El reto no es de carácter científico ni técnico sino de compromiso político y de aportación económica. Para ello los gobiernos y las organizaciones internacionales especializadas en las ciencias espaciales deberán llegar a concertar acuerdos internacionales con compromiso de gobiernos y empresas de carácter multilateral, con reglas claras y obligaciones estrictas, para emprender la tarea de limpiar el espacio extraterrestre de la basura, desechos, fragmentos y objetos obsoletos que ya dieron su mejor servicio. Si bien el espacio es ilimitado, la órbita terrestre tiene límites que presentan niveles peligrosos de saturación.

La exploración y el usufructo de las tecnologías satelitales deben preservar la limpieza del espacio, que no deteriore la belleza de esos horizontes que tomamos prestados del universo.

Rúbrica. Máxima milenaria. Confucio siempre vigente: “Antes de emprender un viaje de venganza, cava dos tumbas”.

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