La forma como utilizamos las redes sociales es un espejo de nuestra forma de vida y quizá un desperdicio de su potencial.

Recientemente dos gigantes de las tecnologías digitales, Mark Zuckerberg y Elon Musk, han entrado en una feroz batalla por la supremacía de las redes sociales. Mientras Elon Musk avanza en la reconversión de Twitter a su nueva imagen “X”, Mark Zuckerberg desarrolla “Threads” como una plataforma semejante, cuyo crecimiento en las primeras horas rebasó los cien millones de usuarios.

Veremos una vez más si se cumple el viejo adagio: Cuando los elefantes luchan, las hierbas son las que sufren.

Muchos años han pasado desde que, en 1964, Marshall McLuhan expresó su famoso aforismo: “El medio es el mensaje” cuando los medios electrónicos y la comunicación de masas eran unidireccionales; la prensa escrita, la radio y la televisión, donde el texto la voz o la imagen condicionan la percepción de la información que se transmite.

La revolución digital diversificó los canales y plataformas, cuyos efectos inmediatos se reflejaron en los sistemas de gobierno, la interacción social, las cadenas productivas y los hábitos de consumo.

Los usuarios de redes sociales hacen compatibles sus actividades en una batería de redes como Facebook, Twitter (o X), Instagram, TikTok, Telegram o Threads, y otras. A través de estas plataformas interactivas cada persona es reportero de su entorno y comentarista de su realidad a nivel global, creando un contenido confuso de voces, ideas, videos, reclamos y propuestas que se decanta por el número de “me gusta” recibidos.

De los ocho mil millones de habitantes del planeta, más de tres mil millones transitan en redes sociales; Facebook tiene dos mil doscientos millones de usuarios activos al mes. Cada segundo se integran seis usuarios nuevos a las redes, que equivale a medio millón de personas al día.

Las redes sociales se han convertido en una afición, que más que impulsar el intelecto complace una búsqueda de reconocimiento, y ha rediseñado los modelos de convivencia social, negocios, consumo, expresión de las ideas, y de manera relevante la democracia y la gobernabilidad. El reto será diferenciar la realidad de la inteligencia artificial o la verdad de las “fake news”.

En el mercado de estímulos, el neuromarketing, así como la complejidad que arrojan los algoritmos, buscan incidir en los hábitos de consumo o en las preferencias políticas, ya sea para darle a cada usuario los temas de su interés o como una velada forma de censura que pueden enredar a la sociedad en una nueva “Torre de Babel” de redes sociales donde las comunidades evolucionen de manera fragmentada, excluyente e intolerante.

La característica distintiva de la raza humana es la razón y su instrumento la comunicación. La innovación en las redes de comunicación habrá de ser fuente de conocimiento y desarrollo de la razón.

Tanto en el mundo real como en los espacios digitales, ya sea en lo individual o en lo colectivo, la sociedad requiere fortalecer los vínculos sociales y los valores éticos que cohesionen la convivencia y la colaboración productiva, y que a la vez sean soportes de novedosas formas de participación democrática y gobernabilidad representativa.

Rúbrica. Remembranza de mis conversaciones con Shimon Peres. La decisión de Knéset de Israel por acotar las facultades al Tribunal Supremo de Justicia sería inaceptable.

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