La democracia, a lo largo de la historia, ha sido el faro que guía a las naciones hacia la libertad, la igualdad y la consolidación de un Estado Constitucional de Derecho. Su importancia trasciende más allá del ámbito político para convertirse en un pilar fundamental de la vida en sociedad.

Sobre el particular, nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es sumamente clara en su artículo 3º al establecer que se considera a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino también como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.

En su vertiente económica, la democracia reconoce que el progreso no debe limitarse a pocas personas, sino que debe ser accesible y con oportunidades para todos; por ello, la equidad y la inclusión son piedras angulares para construir un sistema económico que además de generar riqueza de forma certera, la distribuya de forma justa.

Por su parte, el componente social de la democracia lo integra la búsqueda efectiva de erradicar las desigualdades que obstaculizan el pleno ejercicio de los derechos y libertades de la población mexicana, pues no se trata exclusivamente de repartir a manos llenas los recursos del Estado sin visualizar el impacto de estas decisiones a corto, mediano y largo plazo. Más bien, implica apostar por sistemas y programas educativos, sanitarios y sociales de calidad, los cuales aseguren que cada persona pueda alcanzar su máximo potencial.

Finalmente, la vertiente cultural aboga por la preservación y promoción de la diversidad cultural, que reconoce el mosaico que integra a la República Mexicana y fomenta el respeto y la valoración de las distintas identidades.

Desde este enfoque holístico, es posible afirmar que la democracia no es un sistema estático, sino un proceso dinámico que evoluciona con las necesidades y aspiraciones de la sociedad, nunca mirando hacia el pasado.

De hecho, su fortaleza radica en la capacidad de brindar todo tipo de oportunidades a las personas, respetando la pluralidad de opiniones y cerrando cualquier tipo de paso al autoritarismo y la división.

Sin embargo, la democracia no está exenta de desafíos. Lamentablemente en años recientes dentro del sistema político mexicano hemos sido testigos de una reiterada embestida de propuestas populistas, ilusorias, demagógicas, de polarización y de apatía a las instituciones que pueden erosionar sus cimientos.

Por tales motivos, en ninguna circunstancia debemos permitir un retorno a un régimen autoritario que amenace las conquistas que tanto nos ha costado construir.

En ese sentido, con plenitud de voluntad, conciencia, congruencia y compromiso con el futuro de nuestro país, cientos de miles de mexicanas y mexicanos, salieron a las calles en más de cien ciudades a lo largo y ancho del territorio nacional para defender los principios y valores de nuestro sistema democrático. Pues no hay que perder de vista que la democracia no es un insumo que pueda ser secuestrado ni al que debe permitirse un paso atrás en su consolidación.

De este acto, no quedó duda alguna de que la democracia tiene millones de guardianes, dispuestos a defender nuestras instituciones democráticas.

Sin duda alguna, la democracia es un compromiso colectivo que define la calidad de nuestra convivencia y la dirección de nuestro progreso como sociedad, el cual requiere de un diálogo permanente y constructivo entre todas las fuerzas involucradas al que se le impregnen los sellos de la transparencia y la rendición de cuentas.

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