El doctor Ernesto Zedillo, presidente de México de 1994 a 2000, mencionó en una conferencia hace un par de semanas, que el crecimiento económico había sido decepcionante en los últimos años, con una tasa promedio de 1.6% entre 2000 y lo que va de 2023. Mencionó también que, para hacer estos cálculos, había consultado datos del (WEO) del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Efectivamente, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de México ha sido inferior, o muy inferior, al potencial de la economía, a lo que se requiere para poder aspirar a otro estadio de desarrollo y a lo que merecen los mexicanos. Crecer más y más rápido es una aspiración legítima y una condición necesaria para la construcción de un país moderno, incluyente, equitativo y sostenible no sólo desde el punto de vista ambiental, sino también actuarial.

Existe, sin embargo, un detalle técnico que merece la pena volver a enfatizar: las estadísticas mexicanas no cuentan con una serie de PIB debidamente encadenada que permita comparaciones de largo plazo en el ámbito del crecimiento. Esta columna ha abordado este tema en varias ocasiones, la hace varios años y la muy recientemente.

Como se sabe, el PIB en México se calcula con base en la matriz insumo producto que detalla las participaciones de cada sector (de acuerdo al Sistema de Clasificación Industrial de América del Norte, SCIAN) y los coeficientes de interrelación entre ellos a lo largo de las cadenas de valor agregado, para determinar los ponderadores sectoriales que permitan el cálculo agregado del PIB y sus componentes cada trimestre. Puede pensarse del PIB y de su crecimiento como un promedio ponderado del comportamiento de cada sector con base en los coeficientes de la matriz insumo producto.

A su vez, la matriz insumo producto es resultado del Censo Económico que el Inegi levanta cada cinco años. El Censo Económico 2024 se levantará a inicios del año próximo y contendrá cifras, para cada uno de los siete millones o más establecimientos económicos, sobre sus estados de resultados y hojas de balance en 2023. Cinco años atrás, se levantó el Censo Económico 2019 con datos de 2018 y así para quinquenios anteriores.

Cada vez que el Inegi cuenta con una matriz insumo producto actualizada que refleja la nueva estructura de la economía, procede a modificar el año base del PIB y con ello no sólo las tasas de crecimiento sino, sobre todo, el nivel del PIB nominal y real. Este segundo cambio es el más importante, pero al que se presta menos atención. Es interesante analizar los distintos PIB de México y constatar que en todos los casos el Inegi siempre ha hecho correcciones al alza del nivel del PIB, para todos y cada uno de los años base. La implicación es que el nivel ha estado crónicamente subestimado. Para decirlo en términos coloquiales, el PIB de México tiene una serie de escalones quinquenales que reflejan una economía un poco más grande de lo que previamente se apreciaba. Estos escalones, correcciones, pueden ser altos. En la corrección más reciente, anunciada por el Inegi apenas en agosto, el escalón fue de 2.8%. No obstante, el más pronunciado, de 14%, se anunció en 2008 cuando se cambió el año base de 1993 a 2003 y que reflejaba ya una nueva estructura después de diez años de apertura.

El FMI y otros organismos internacionales reproducen, no producen estadísticas. El problema es que al hacerlo sin notar que hay cambios en los años base, pueden sub o sobreestimar el comportamiento de las variables agregadas de una manera importante. En particular, porque la subestimación de una serie que se comporta de manera geométrica puede llevar a errores importantes de interpretación.

El WEO utiliza hoy en día las cifras más recientes del PIB base 2018 para el cálculo de las tasas de crecimiento. Esto presenta dos problemas metodológicos. El primero, que el Inegi no cuenta con cifras bases 2018, 2013, 2008, 2003 y 1993 anteriores a 1993. Es decir, el FMI pega tasas de crecimiento de varios años base para completar las cifras hasta 1980, lo que es incorrecto al no tomar en cuenta los escalones. El segundo, que el cálculo de las tasas de crecimiento, que son un promedio ponderado intra y entre sectores, con base a la estructura de la economía en 2018, es incorrecto si se pretenden calcular tasas de crecimiento para más de cinco años. No se debe superimponer la estructura de la economía de 2018 para calcular el PIB de 1999 que permita derivar el crecimiento promedio entre 2000 y 2023.

Obviamente, lo correcto consistiría en que el Inegi publicara el PIB como un índice de con ponderadores dinámicos para reflejar la reestructuración de la economía cada trimestre. Esto es impracticable por el alto costo que tendría la elaboración trimestral de la matriz insumo producto. Por ello, la mejor manera de calcular el crecimiento para largos periodos consiste en tomar el nivel en el año de partida de la serie de PIB con la base más cercana en el tiempo—para reflejar la estructura de la economía en ese quinquenio—y compararla con el nivel del año último deseado de la serie con la base más cercana a ese momento.

Las dos gráficas anexas permiten una más clara explicación de estos razonamientos:

En la gráfica 1 puede observarse, con los distintos sombreados, el PIB real, normalizado a partir de sus valores nominales para que sean comparables las series, para distintos años base para 1970-2023. Si uno utilizara la base de datos del WEO para calcular el crecimiento geométrico promedio 1981-2023, se obtendría un crecimiento de 1.8% por año. Sin embargo, si para el punto inicial, 1980, se utilizaran otras bases, el resultado sería distinto. Como en aquella época se publicaba el PIB 1970, se podría argumentar que el cálculo apropiado sería tomar el nivel del PIB en 1981 con esa base y compararlo con el nivel del PIB 2023 con base 2018 que es el que se publica ahora. En ese caso, el crecimiento promedio sería de 2.7%, muy superior al que pensaría la mayoría de los analistas. No obstante, sería más apropiado utilizar PIB base 1980 por ser la más cercana al punto de partida. Así, considerando la estructura de la economía de 1980 y la de 2018, se concluiría que el crecimiento promedio entre 1981 y 2023 ha sido de 2.8% real anual. Modesto, pero ya no tanto. Insuficiente, pero que permite una perspectiva distinta de la que se repite en todo tipo de publicaciones, serias o no, sobre el pobre crecimiento de México. El efecto acumulado de un crecimiento adicional de 1% por año en 42 años es muy grande por su naturaleza geométrica.

Ahora bien, si se considera solamente el crecimiento de 2000 a la fecha, como en la gráfica 2, el análisis es similar. Si se utiliza sólo la base 2018, como implica el uso de los datos del WEO, el crecimiento promedio es de sólo 1.6%. Sin embargo, si se toman en cuenta los datos publicados en tiempos del presidente Zedillo (base 1993), el crecimiento promedio sería de 2.7%. Si se apela a la comparación más sensata, de la base más cercana al punto de partida, el crecimiento sería un promedio entre el derivado de la base 2003 y de la base 1993, de un 2.4%. Una diferencia de 1.1% o de 0.8% por año no es menor e ignorarla es incorrecto.

Estos años de crecimiento modesto, menor a lo deseado, aun escogiendo la base más correcta, son producto de un conjunto de factores, algunos estructurales, que deben tomarse en cuenta: uno, las crisis recurrentes que se sufrieron en 2001-02 como resultado de la caída en la inversión después de la burbuja del dotcom y Y2K, la gran recesión de 2008-09, la pandemia de Covid. Dos, la enorme presión demográfica, resultado del ingreso a la fuerza laboral de las cohortes más grandes de la historia, en términos absolutos y relativos, que deprimían el salario real y multiplicaban el número de establecimientos y bajaban la productividad promedio. Tres, el enorme costo que implicaron la apertura comercial y el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio en términos de obsolescencia del capital y la incapacidad de reemplazarlo prontamente por bajos niveles de ahorro. Cuatro, la propensión a generar déficit de cuenta corriente que ponían a la economía en una situación de vulnerabilidad económica. Cinco, el crecimiento de la economía de la extorsión que resulta en un incentivo perverso para permanecer chica y en la informalidad para un gran número de micro y pequeñas empresas.

La buena noticia es que la estructura de la economía es ahora más saludable y permite visualizar una aceleración del crecimiento si no se yerra en las políticas económicas fundamentales. Las cohortes ahora son mucho menores y se puede anticipar un crecimiento sostenido del salario real, de la nómina y del mercado interno durante muchos años. Esta escasez laboral representa una oportunidad histórica de reducir de manera significativa la informalidad, pero es imprescindible no encarecer la formalidad con más cargas y requisitos burocráticos, amén de lograr una reducción significativa de la extorsión.

La economía mexicana ha pagado ya el costo de transición de la apertura y cuenta ahora con empresas más sólidas y competitivas. El Censo Económico 2024 volverá a mostrar, como el de 2019, un incremento importante en el valor agregado (nómina más utilidades) para la gran mayoría de sectores. En el de 2019, el crecimiento promedio anual del valor agregado fue de 6.4%, pero sin tomar en cuenta los sectores Minería (donde Pemex representa el 85%), ni Agua, Gas y Electricidad (con participación muy mayoritaria de empresas del Estado), sería de 8.9% anual.

Si el impacto de China a partir del año 2000 representó un reto, ahora la transformación de la economía china subraya la enorme oportunidad que tiene México si sabe aprovechar el nearshoring. El cambio estructural de China que ya no descansará en crecimiento explosivo de exportaciones o en el impulso a la infraestructura y a los bienes raíces, mejorará los términos de intercambio entre manufacturas y materias primas que podría ser muy favorable a México si se toman las medidas adecuadas.

La posibilidad de un nuevo salto cualitativo, de uno o varios escalones, dependerá de que se logre conservar la estabilidad macroeconómica, de que se supere el reto que enfrentan las instituciones democráticas y se avance en el estado de derecho y de que existan las condiciones políticas, a partir de octubre 2024, para la implementación de un proyecto que privilegie la competitividad y las medidas para asegurar la inclusión de sectores, regiones y segmentos de la población que todavía no participan de manera plena en la economía moderna.

Twitter: @eledece

Luis Fernando de la Calle Pardo
Luis Fernando de la Calle Pardo
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