El mundo enfrenta dos guerras, la emergencia del cambio climático, el riesgo de las armas nucleares y, sin embargo, el respetado semanario británico The Economist, en un artículo publicado hace unas semanas, sostiene que el mayor peligro para el mundo en 2024 es Donald Trump.

Resulta discutible que amenazas existenciales para la humanidad preocupen menos que Trump, pero el ex presidente ha logrado hacer sonar las alarmas. Es verdad que el mundo está lleno de líderes autoritarios y psicópatas pero, salvo Putin y algún otro, su ascendente es doméstico o, si acaso, regional, no por el tamaño de su ambición o locura sino por el peso de los gobiernos que encabezan. No es el caso de EU, cuya influencia, positiva o negativa, sí tiene impacto global. De ahí las implicaciones del potencial regreso de Trump.

Con enorme crueldad, Trump comenzó su primera campaña acusando a los mexicanos de ser violadores y criminales, argumentando que México enviaba a sus peores ciudadanos. Modificó las posiciones de EU en cambio climático, igualdad de género, discriminación contra las minorías y derechos humanos en general. Acosó continuamente a sus aliados militares y fue sospechosamente dócil con Putin. Coqueteó con supremacistas blancos y socavó todo lo que pudo la burocracia que gestiona el gobierno. Por si fuera poco, se negó a reconocer su derrota en las elecciones de 2020, complotó para evitar la declaratoria de Biden como presidente e incitó una insurrección armada contra el Capitolio. Solo la fortaleza de las instituciones estadounidenses, la prevalencia del estado de derecho y acciones puntuales de resistencia de algunos actores impidieron que la impúdica y delirante ambición de Trump causara más daños.

La justicia estadounidense ha reaccionado a los excesos y actos ilegales cometidos por Trump, tanto en el ámbito público como privado, y ha activado procesos en cuatro jurisdicciones con un total de 91 cargos acumulados hasta la fecha. Sin embargo, el sistema electoral estadounidense, basado en la costumbre y la confianza, no contempla la posibilidad de que un aspirante a la presidencia pudiera estar acusado de cometer actos criminales, por lo que no tiene previsiones contra lo que resultaba impensable. Arrogante y, a la vez, temeroso de perder en las cortes, Trump argumenta inmunidad presidencial absoluta aun como ex presidente, como si fuera un monarca. Por ello su estrategia ha sido victimizarse para sumar apoyo y retrasar los procedimientos judiciales hasta después de las elecciones cuando, ya como presidente, podría incluso tratar de perdonarse. Nada parecía detener su avance hasta que la más alta corte en Colorado ratificó que Trump es inelegible para aparecer en la boleta electoral del estado por haber participado en una insurrección. El diferendo ha llegado a la Suprema Corte de Justicia de EU, en cuyas manos está el futuro político y potencialmente la libertad del expresidente.

Como han mostrado las primarias, Trump parece enfilado a capturar la nominación republicana. ¿Y si, pese a todo, también gana la elección? Las barbaridades del magnate, incluso acotado durante su presidencia, tuvieron un impacto muy negativo alrededor del mundo. No resulta absurdo entonces imaginar con horror lo que ocurriría con un Trump vencedor, desatado y vengativo, lleno de agravios, odios y prejuicios, rodeado solo de sicofantes y aduladores, en caso de regresar a la Casa Blanca. Sus más recientes y abominables planteamientos nos muestran un adelanto de lo que sería capaz de hacer un psicópata con impunidad. Durante una entrevista a modo y pese a múltiples oportunidades para tranquilizar a quienes les preocupa su talante, Trump anunció con orgullo que al regresar a la presidencia sería un dictador… aunque solo por un día. Pocos días después, en un evento de campaña, aseveró sin rubor que “los migrantes no blancos envenenan la sangre de nuestro país”. ¡Fuera máscaras!, Trump ya no se refiere a supuestos comportamientos adquiridos por mexicanos -de por sí inaceptable- como en su primera campaña, sino que ahora argumenta un determinismo racial. Lo mismo que Hitler contra los judíos, lo que debería bastar para acabar de una buena vez con el coqueteo de López Obrador con su “amigo”. Al menos para México no hay mayor amenaza externa que el regreso de Trump a la presidencia. ¿Estamos preparados?

Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos

@amb_lomonaco

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS