Así como la salud es indispensable para tener una vida plena, la salud es fundamental para el desarrollo económico de los países y para la economía global. Desde hace miles de años varias civilizaciones lo han reconocido al procurar hábitos en la alimentación; la prohibición que hacen varias religiones en comer ciertos animales. De igual manera establecen procedimientos a seguir en el sacrificio de animales para consumir su carne.

Las personas somos lo más valioso de una comunidad. Ésta se ve afectada cuando uno de sus integrantes pierde su salud o parte de su integridad física. El potencial de una persona enferma se reduce o nulifica. Lo oneroso que se vuelve la enfermedad, más allá del dolor y el costo de los medicamentos, tiene una cadena de transmisión en la economía: deja de trabajar; o si la persona se ve impedida a faltar a su lugar de empleo por carecer de seguridad social, se vuelve una fuente de infección cuyo impacto en el contagio depende del número de personas con las que tiene contacto. El costo en los hogares se refleja en el tiempo que se dedica al cuidado del enfermo que dependiendo de la gravedad puede tener que llegar a faltar a su empleo. Las personas enfermas disminuyen su consumo de bienes y servicios al guardar cama o resguardarse en casa. Esto mismo está pasando ahora con el nuevo virus COVID-19, pero a escala global.

La pregunta que surge: ¿por qué un virus cuya tasa de mortalidad es sustancialmente inferior al de otro virus similar, o como en la gripa estacional que cobra una factura de más de 500 mil muertes al año, pero con un potencial muy elevado de contagio, está afectando tanto a la economía global? La respuesta está en lo siguiente: (i) es la incertidumbre que causa un nuevo virus en el ser humano que sólo estaba en animales (murciélagos en este caso); (ii) el hecho de que aún puede tomar desde 6 a 18 meses a crear la vacuna; la muerte del médico de 34 años que la detectó y que venció los muros de la secrecía; (iii) el temor siempre latente de que llegue ese virus apocalíptico como el de la gripe española a principios del siglo XX que mato a decenas de millones de personas; (iv) haber ocurrido en una de las principales ciudades de China, habitada por más de 11 millones, donde se producen componentes que se incorporan a otros que provienen de otras partes del mundo y se ensamblan en un lugar diferente de donde se produce el bien final. En breve, este brote ocurrió en la segunda economía más importante del mundo, en la que tuvieron que adoptar medidas draconianas, muy difíciles de adoptar en otros países. Su participación en las cadenas globales de valor puso en evidencia el alto riesgo de concentración de la producción de componentes necesarios en la producción de un bien de consumo final.

La otra pregunta que también causa la incertidumbre: ¿están preparados los gobiernos de los distintos países para detectar, contener y dar cuidado a quienes estén contagiados y lleguen a enfermarse? Aquí la coordinación entre organismos internacionales con los gobiernos nacionales, y la de éstos con los gobiernos de estados, provincias o departamentos, y a su vez de éstos con municipios. Hay una gran complejidad para lograr una respuesta efectiva del sector salud; gran destreza de comunicación de los gobiernos con su población, y la logística para poder hacer llegar los paquetes de detección, de laboratorio, medicinas, por citar algunos de los más importantes. Por lo pronto cada uno de nosotros está obligado a cooperar y a seguir los buenos hábitos de la higiene.



Economista.
@jchavezpresa

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