¿Usted qué adoptaría, un “michi” o un “lomito”? Si nunca estuvo ante semejante disyuntiva, apresúrese a plantearla, porque Claudia Sheinbaum ya lo hizo. ¿El resultado?, una can que lleva por nombre “cuatro”.

El impacto ha sido tal que incluso la candidata del oficialismo relata que durante las visitas a los estados la gente pregunta, “¿cómo está cuatro?” derivado de la zozobra por saber si la perrita se queda sola cuando la doctora recorre el país. Pero no, “ la cuidan, la entrenan y juegan con ella. ¿Qué tal el suetercito que le pusimos?”, dejó claro en redes sociales la exjefa de gobierno de la capital del país.

Allende las formas bajo las cuales los agentes insertos en la política disputan un lugar en la mente de los electores, el periodo de intercampaña presidencial transita ajeno a observar las situaciones límite que vive el país. Las precandidatas de los polos en disputa establecen narraciones desde sí y para sí, acumulando piezas de comunicación con sentido de coyuntural egolatría.

En campaña no vamos a tristear con la inmodificable realidad, dirán, y un voto bien vale obedecer al alcance, tono y sentimiento que generan ciertas publicaciones, sea a bordo de una bicicleta a las puertas de New York Times, como Xóchitl Gálvez, o en el citado episodio de Sheinbaum Pardo.

Sin embargo los relatos no corresponden con los elementos señalados por Fritz Breithaupt en el libro “El cerebro narrativo”, donde el autor desmenuza los elementos básicos por los cuales nuestra conciencia establece narraciones y afinidades.

Por ejemplo, enfatiza el catedrático que “compartir experiencias en forma de narraciones crea unas conexiones con nuestros semejantes que nos permiten entendernos por experimentar el mundo con patrones, roles y secuencias de acciones similares [...]. Con una narración los seres humanos tratan de explicar su mundo social”.

En un país con más o menos 65 millones de pobres cuesta trabajo situar un hilo narrativo entre los perros con suetercito o las bicicletas neoyorquinas, y mexicanos que carecen de, por enunciar un derecho básico, una escuela con techo y bancas. Una arista de explicación es que cada cual decide establecer una política pop.

¿Por qué pop? Porque no subvierte, sino que valida el orden inequitativo existente. Porque obvia los males y privilegia el placebo. Porque “el pop eliminó por completo la rabia, el exabrupto emocional y la oposición al mundo circundante. [...] En el pop no había ningún elemento agresivo. La furia contra la sociedad se esfumaba, al igual que el aborrecimiento de los valores que forjaron el capitalismo y la modernidad industrial”, de acuerdo a Carlos Granés, en su obra “La invención del paraíso: El living Theatre y el arte de la osadía”.

No sorprende entonces que previo a un evento de intercampaña en Guanajuato, Claudia Sheinbaum preguntara a Ricardo Sheffield por el abanderado de Morena a la alcaldía de la capital de dicho estado, Jorge Rodríguez Medrano, “¿quién es?”, “¿quién lo puso?”. Y es

que si bien un político no está obligado a saberlo todo, hay cuestiones de elemental oficio. ¿Imagina alguien un solo nombre en las listas de Morena que no fuera palomeado por López Obrador?

Tampoco debe sorprender entonces que ante el empaque de política mostrado en varios episodios por Claudia Sheinbaum, el presidente decida emprender una ruta para convertirse en el elefante en la habitación de cara al sexenio que comenzará en octubre de este año.

Sabedor de la asimetría estratégica que él guarda respecto a los poderes Ejecutivo y Judicial, empeña palabras y acciones en colocar a disposición de los electores una sumatoria de modificaciones constitucionales que discurren en la misma línea que lo colocan como el centro de gravedad de las simpatías mediáticas y electorales: un justicialista antisistema.

AMLO deja para mejor ocasión los michis, los lomitos y las bicicletas, antes bien insiste en “reorientar al Estado para ponerlo al servicio del pueblo”. Continúa así estableciendo un relato de exabruptos emocionales entre semejantes que explica determinada realidad social y lo dota de popularidad e identificación. ¿El resto? ejerce la política pop.

Consultor en El Instituto

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