Cuando hace muchos años escuché la frase “Por el bien de todos primero los pobres” me pareció una expresión rica en contenidos y posibilidades. Representaba la aspiración de millones de mexicanos para construir la modernización de México a partir de una sociedad más justa, más solidaria, más plural y más dinámica.

Si bien la frase parte del necesario reconocimiento de que vivimos en una sociedad atravesada por la pobreza, también apunta que, con el trabajo de todos, los pobres y los no pobres, podemos superar este lastre y vivir en un mundo distinto.

Esta situación de pobreza genera riesgos para todos. Desde la proliferación de prácticas depredatorias que incrementan el riesgo existencial para el planeta, hasta la intensificación de un clima de encono y resentimiento que es caldo de cultivo para la violencia criminal o el estallamiento de guerras.

Clama a la conciencia de quien tiene lo necesario para desarrollar un proyecto de vida que justifique su existencia y que le permita vivir con dignidad, cuando otros no tienen esas posibilidades. Por ello, a quienes se ven privilegiados por su situación económica les toca pagar honradamente los impuestos, que por una parte significan el precio justo a pagar por la acumulación de recursos y oportunidades, y por la otra, porque dichos impuestos dan lugar a transferencias de recursos mediante las cuales el gobierno puede prestar los servicios públicos y asistenciales (salud, deporte, educación, acceso a espacios públicos ordenados y propicios para la actividad comunitaria). Así mismo, a quienes generan riqueza les toca pagar salarios razonables, precios justos y producir bienes o prestar servicios de calidad. En fin, les toca promover una actividad económica que aumente las posibilidades y oportunidad de mejora para todos.

A su vez, los pobres tienen una responsabilidad fundamental para superar la situación de desventaja en la que viven. A ellos les toca aprovechar plenamente los apoyos que les son otorgados, estudiando, trabajando y cuidando a sus cuerpos de la mejor manera posible, y sobre todo participando pacíficamente en las actividades comunitarias que fortalecen el tejido social.

A todos nos toca cuidar al planeta, mantener la paz y construir la concordia mediante la cual nos reconocemos los unos a los otros como seres humanos dignos y próximos, es decir, el convivir unos con otros como prójimos. Especialmente al gobierno le toca garantizar que nuestra convivencia sea pacífica, que se multipliquen las condiciones que aumenten la actividad económica y que se administren y distribuyan equitativamente los recursos escasos.

Una democracia política, una economía social de mercado, y una cultura donde el diálogo fomenta la tolerancia, la pluralidad y la producción del arte y del conocimiento son las condiciones necesarias para construir un mundo mejor.

Sin embargo, en los últimos años hemos sufrido una regresión autoritaria. En el ámbito de lo político, en donde deberíamos debatir sin rencor y negociar con trasparencia, hoy se vive un ambiente de polarización y de descalificaciones donde se fomenta la opacidad, la corrupción y el resentimiento. Hay quien piensa que intimidar a quien tiene y crispar en su contra a quien no tiene, es una habilidad política inteligente y práctica. Así pues, el temor y la manipulación son la manera de sacar ventajas mediante la corrupción y la promoción de clientelas electorales constituidas por los más vulnerables. También en el sector privado hay quien prefiere la chapuza y el negocio rápido sobre el trabajo honesto y productivo. Por último, prolifera el violento que, como parásito, vive de la gente estudiosa y trabajadora.

A pesar de esto, debemos y podemos probar que somos la mayoría quienes deseamos la paz y podemos construir la prosperidad común con laboriosidad y honradez. Que somos más los que creemos que mediante el diálogo nos enriquecemos los unos a los otros y pintamos al mundo de mil colores y lo llenamos de luz. Sucumbir al cinismo y a la hipocresía, al miedo o al rencor nos enferma el alma y nos debilita frente a una minoría de zopilotes carroñeros.

Hoy una desgracia como el huracán Otis que nos convoca a la reconstrucción del espacio social o las mismas elecciones del año entrante, son oportunidades para corregir el rumbo, para hacer las cosas de una manera diferente y mejor.

Abogado

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