30 de abril de 1977, Azucena Villaflor, junto a otras trece mujeres, se acerca sigilosa a la plaza de mayo, aunque no tenía ningún parentesco, tenían en común la búsqueda de algún ser querido, ellas lo habían intentado todo, acudir al ministerio de interior, buscar al vicario militar, preguntar por las calles, indagar con amigos, parientes o conocidos preguntando por sus hijos, sus nietos, esos amigos o familiares incómodos a la dictadura de Videla que por alguna extraña razón, habían desaparecido.

En el caso de Azucena, era su hijo Néstor y la novia de éste Raquel Mangin, quienes en el mes de noviembre del 76 fueron secuestrados. Con poco por hacer, cuando aparecieron los procesos de “Reorganización Nacional” que traían consigo la ley de la amnesia, que prohibía preguntar por los desaparecidos, Azucena y las demás mujeres acudieron, sin hablar, a la plaza de mayo haciendo acto de presencia para protestar por sus familiares perdidos, cuando se dio la orden militar de no agruparse, ellas caminaron en círculos alrededor de la plaza.

Les quitaron el derecho a ver a sus familiares, de abrazarlos, de tener incluso una lápida, o algún lugar donde llevarles flores y llorar, pero no les pudieron quitar la voluntad, les llamaron locas, porque iniciaron a caminar en círculos llevando fotografías de hijos que no tuvieron, pañales de nietos que no existían, recuerdos de familiares que, según Videla, no aparecían ni en los registros de los municipios donde decían que habían nacido…

De mirada fría, bigote bien tupido y corte militar, siempre vistiendo el uniforme que le identificaba como miembro importante de la Junta militar, Jorge Rafael Videla, había llegado al poder un 29 de marzo de 1976, después de un golpe de estado orquestado por él mismo cinco días antes, para deponer a María Martínez de Perón y dando inicio al “proceso de Reorganización Nacional”.

El nuevo dictador tenía la firme intención de mejorar la economía del país sudamericano, para ello instauró acciones basadas en la apertura de mercados y liberalización de la legislación laboral, desarmando los sindicatos y polarizando a la población. Aunque su ministro de economía dijo nunca estar a favor de las represiones, si las vio como algo necesario para el progreso del país, que inició enviando al exilio a políticos y artistas por igual que no coincidían con su ideología y posteriormente comenzó a desaparecerlos, enviándolos a cárceles clandestinas y posteriormente asesinándolos.

Él, el joven que ingresara de solo 14 años a la milicia y se graduara con honores, ganándose a pulso ser nombrado Jefe del Estado Mayor del Ejército en 1973, y dos años después, Comandante general del Ejército, convirtiéndose en uno de los hombres de mayor confianza para Isabelita de Perón, a quien traicionaría un año después, y crearía la famosa “Solución final”(asesinato de los desaparecidos) y el tráfico de bebés , ¿quién pensaría que su dictadura acabaría con la vida de cerca de 30,000 seres humanos, quemaría libros y prohibiría palabras?.

La desaparición infundía terror en la población, pues al no tener conocimiento del destino de los desaparecidos, no había preguntas, porque tampoco había cuerpos o pruebas del delito, lo cierto es que estas personas, eran torturadas hasta dar nombres, direcciones o paraderos de personas que pensaban como ellos, posteriormente eran drogados y sus cuerpos lanzados al Rio de la Plata o al mar (por eso siempre habrá vasos vacíos, o con agua de la ciudad, pero miles de familias argentinas saben “que la nuestra es agua de rio mezclada con mar”)

Viernes 9 de diciembre de 1977, Azucena junto a sus compañeras paga para que se haga la publicación de los nombres de sus hijos y nietos en un diario, éste comunicado que además tenia la firma de las mujeres involucradas, saldría a la luz el sábado 10 de diciembre de dicho año, justo en el día de los derechos humanos, ese mismo día, Azucena desapareció…

Ante el miedo y la resignación de muchas personas que no veían otra opción más que esperar a que todo estuviera mejor, aparecieron mujeres rebeldes que se atrevieron a cantar (como Nacha Guevara), otros que se atrevieron a recordar como Andrés Calamaro (“Me parece que fui de la quinta que vio el mundial 78, la moneda cayo del lado de la soledad, me toco crecer viendo a mi alrededor paranoia y dolor”), pero sobre todos y todas, destacaron las que se atrevieron a no olvidar.

Sin miedo a Rafael Videla, sin poder político ni apoyo económico, sin una sola arma o entrenamiento especial, las mujeres que perdieron lo que más amaban, hicieron frente a la injusticia y a los tiranos de su época, poniendo en jaque la dictadura militar y atrayendo la atención de los organismos internacionales que en septiembre de 1979 a través de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) iniciara una serie de cuestionamientos a Videla que lo colocarían en la mira internacional y abrirían la puerta para la búsqueda de desaparecidos.

Desde entonces a la fecha, las Madres Coraje, Madres de la Plaza de Mayo, locas de mayo, abuelas de la plaza de mayo, o como se les quiera llamar, recuperaron la identidad de 130 nietos (el 14 de junio del 2019 fue el último de estos), tumbaron la dictadura, enjuiciaron a muchos de los militares de ese tiempo, lograron cadena perpetua para Videla y generaron un movimiento internacional en favor de los presos y desaparecidos políticos, así como los derechos de los niños.

Desafortunadamente Azucena no pudo ver esto, el 20 de diciembre de 1977, a las playas argentinas llegaron los cuerpos de desaparecidos arrojados desde aviones del ejército, como si hubieran nadado a la orilla para seguir luchando o queriendo darles ánimos a sus compañeros para no desistir en la lucha, entre estos, estaba el suyo.

Por los desaparecidos, los presos políticos, por las madres que buscan a sus hijos y no desisten en su amor, por las familias que han perdido a un ser querido, por las abuelas que siguen buscando a sus nietos, por las madres coraje que fueron rebeldes en su tiempo, pues hicieron frente y cuando se les quiso intimidar se dieron cuenta que no se trataba solo de recordar, se trata de no olvidar, por eso se escribe rebeldía, se pronuncia: Azucena Villaflor, “Madre Coraje”.

Dedicado a la familia de mi amigo Marcos Flores Jiménez, que en esta semana se adelantó para buscar un lugar más allá del mar. No te vamos a olvidar amigo, descansa en Paz.

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