De mis últimas imágenes de CDMX, camino al aeropuerto, leo “En las encuestas, Clara Brugada es la respuesta” al lado de calcomanías en coches y camiones de “Es Harfusch”, por fin?  Me da la impresión de que tod@ candidat@ #Es, como que son muchos y van con todo, por las malas y a la defensiva. Tampoco acabo de entender eso de las encuestas bajo cualquier pretexto si al final los resultados vienen siendo completamente irrelevantes, pero bueno, no vivo en México y a lo mejor hay algo de lo que me estoy perdiendo. Ya en el aeropuerto checo mis redes sociales. Me llama la atención un video en que Claudia Sheinbaum trata, sin mucha suerte, de hablar de unidad y cosas por el estilo mientras la gente reunida en su mitin no deja de gritar “Utopías!". Ahora sí que estoy confundida. El pueblo bueno va a ver a Claudia, pero aclaman a Clara quien promete construir utopías. A ver. Esta palabra surgió en el siglo XVI cuando Tomas Moro se imaginó una isla en donde todo y tod@s vivirían sin conflictos y en armonía. Estamos en el siglo XXI. La isla nunca existió y lo que más se parece se encuentra en comunidades religiosas como los Amish o los Menonitas, por si fuera poco, el uso y significado de la palabra han cambiado. El diccionario de Oxford define utopía como un “Proyecto, deseo o plan ideal, atrayente y beneficioso, generalmente para la comunidad, que es muy improbable que suceda que en el momento de su formulación es irrealizable”. Algunos sinónimos son: imposible, quimera, ilusión, ensueño, fantasía. Yo nada más digo.

Cuando estoy de vacaciones me desconecto por completo, vivo en el presente; lo que deje y lo que me espera pasan al mero fondo del disco duro. Lo difícil es aterrizar de regreso y echarse a andar. El viaje fue e-t-e-r-n-o, no tanto por las horas de vuelo sino las esperas, las escalas, los retrasos. “Algo que declarar ¿Licor? ¿Tabaco? ¿Comida?”. Técnicamente no. Al cruzar las puertas de salida vi a un grupo de personas con un letrero que leía “Bienvenida mamá Elsa y papá Nelson”. “Yo también me llamo Elsa”, les dije. “Bienvenida a Valencia!”  Benditos ecuatorianos. Casi el 25% de los residentes de la comunidad Valencia provienen de algún país latinoamericano. El taxista cambio su tono cuando le indique que aquí vivo, curioso porque él tampoco era nativo. Hablamos del buen clima y los turistas que no han parado de visitar.

Al checar las noticias, elecciones. Elecciones por todo el mundo. Y protestas. Los madrileños llevan días manifestándose en contra del reelegido gobierno de izquierda de Pedro Sánchez; en Valencia se espera hoy una gran marcha bajo el lema de “Somos valencianos y españoles. No a los países catalanes. Iguales ante la ley.  Ni amnistía ni referéndum”.  Otro de esos de conflictos de años. O como en Argentina, donde según una amistad de por allá el triunfo de Milei se debe en gran parte a que la gente estaba completamente harta de casi un siglo de Peronismo, a ver cómo les va. México estaba harto de más de lo mismo y así las cosas. En Italia, Giorgia Meloni declaró que ya estuvo bueno todo aquello del género alternativo o y de ahora en adelante solo hay hombres y mujeres. La Meloni es de ultraderecha al igual que Wilders, el recién elegido holandés cuyas políticas antinmigración son radicales. Y luego, claro sigue la guerra entre Rusia y Ucrania, este último ya en proceso de unirse a la Comunidad Europea. Se vienen cambios. Agárrense.

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