La participación política de los evangélicos en México tuvo una transformación profunda en la década de las noventa del siglo pasado. La presencia de los evangélicos en la vida social, cultural y religiosa se expandió y los procesos de conversión en las zonas urbanas populares fueron de gran importancia y control territorial. Impactó también la expansión que tuvo en los estados del Sureste Mexicano (Chiapas, Campeche, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán), la Ciudad y el estado de México, más la franja fronteriza con los Estados Unidos y varios estados del norte del país.

Incidió notablemente la conversión en los Estados Unidos de muchos migrantes, que regresaban a México y fundaban iglesias evangélicas. En estos contextos los evangélicos estaban en condiciones de disputarle hegemonía a la Iglesia Católica, pues esta, en su disputa con las Comunidades eclesiales de base de la Teología de la Liberación inició un desmantelamiento de las estructuras laicales en sectores populares y una agudización de los procesos de clericalización.

Un elemento estratégico en el comportamiento político y electoral de los evangélicos es la percepción de la corrupción en el sistema político mexicano, que se confronta radicalmente con los conceptos religiosos de los conversos. Esta situación marcaba también una ruptura generacional, pues los líderes evangélicos más veteranos, estaban acostumbrados a soslayar “los pecados” de los políticos. El elemento de ruptura estratégica fue el incremento de la intolerancia religiosa en el Sureste, las expulsiones de los evangélicos de las comunidades indígenas y campesinas, a lo que se agregaba y la pasividad (y complicidad) del Estado mexicano.

Otra variable es la dinámica del conflicto generacional, mientras que los pastores de mayor edad tienden a ser conservadores, dominionistas y manejan discursos similares a los evangelicals norteamericanos. Mientras que los millenials y centennials tienen propuestas incluyentes, de comprensión y solidaridad con quienes participan de las diversidades sexuales y poseen otras perspectivas en materia sexual y reproductiva. Esto ha generado un proceso de alejamiento y disminución del poder de los pastores tradicionales.

Un partido político evangélico

La mayoría de los evangélicos no aceptan el proyecto de un partido confesional y no votan, ni votaron nunca por el PES (Partido Encuentro Social), sino que en función de su ideología política han participado y participan de distintos proyectos políticos y partidarios, pero no en tanto evangélicos como podría ser el caso del voto presbiteriano apoyando a los republicanos o los bautistas respaldando a los demócratas en Estados Unidos.

Nuestras investigaciones de campo respaldaron siempre la dominancia de un concepto laicista del voto de los creyentes, lo cual no quiere decir que los valores religiosos no inciden en el modelo de toma de decisiones políticas, lo más notable está referido al testimonio, personal y social. En este contexto, el valor de la palabra y el compromiso son cruciales la ponderación del proyecto y de las personas que lo reivindican. Cómo ejemplo, es importante comentar qué en Chiapas, el estado donde los evangélicos son la mitad de la población, los líderes evangélicos, con capacidad efectiva de movilización sociopolítica, prefirieron negociar con el Partido (franquicia) Verde Ecologista Mexicano (PVEM) y el PES perdió el registro como partido estatal.

La búsqueda de membretes partidarios para canalizar liderazgos políticos es una constante en México y deriva de la complejidad para organizar partidos políticos a nivel municipal o estatal, esto lleva a que ciertos partidos, ya registrados, ofrezcan candidaturas a liderazgos emergentes para capitalizar los votos que estos puedan acercar al partido y les garantice el mantenimiento del registro partidario, generándose así un mecanismo “perverso” de cooptación electoral, y de mantenimiento de los registros electorales, que no representan las opciones políticas que les dieron origen.

Es importante destacar que los evangélicos que se presentan como candidatos, lo hacen en tanto ciudadanos, pudiendo obtener apoyos de personas de otras religiones, como serían los católicos. Sin que necesariamente capitalicen la mayoría de los creyentes evangélicos, aunque evidentemente los sistemas valorativos de diferentes religiones, inciden en la configuración de modelos multifactoriales de toma de decisiones políticas y electorales. En el caso de los candidatos que pueden apoyar los evangélicos es decisivo el testimonio personal y credibilidad de los mismos.

Algunos dicen que “hermano vota por hermano” refiriéndose a las creencias religiosas, eso es relativo, no olvidemos como terminaron los conflictos entre Caín y Abel.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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