Lástima que los pocos temas trascendentes que aparecen en los debates presidenciales pasen de noche y se pierdan en medio de un mar de reproches y descalificaciones llevadas al extremo de dar golpes tan bajos como el que aplicó Xóchitl Gálvez al referirse a personales creencias religiosas, lo cual es absolutamente ajeno al ejercicio del poder en un Estado laico. En cambio, la propuesta concreta de Claudia Sheinbaum de suprimir a los diputados plurinominales sí es un asunto para que las y el aspirante se enzarzaran en una polémica seria sobre su enfoque del problema; se posicionaran y efectivamente debatieran acerca de si debe haber o no diputados y senadores de representación proporcional. La cuestión hubiera podido dar pie a un análisis de altura si los conductores no estuvieran atados a un formato infame que impide abordar a fondo la viabilidad de las propuestas de los candidatos. Lo positivo es que cuando hay un posicionamiento claro y susceptible de examinarse en la academia y en los medios, se abre la posibilidad de que quienes participamos en ellos, promovamos un verdadero debate con objetividad y sin prejuicios.

La oferta de suprimir la representación proporcional debe haber sido calculada a partir de una realidad palpable. La gente está inconforme con la calidad de la representación política y particularmente existe un rechazo hacia los conocidos como pluris. Al respecto, debemos preguntarnos si la multiplicidad de opiniones políticas debe reproducirse en las cámaras legislativas prácticamente en su totalidad. En muchos países se plantea si necesariamente la cantidad de posicionamientos distintos mejora la calidad de la representación. En Europa y Medio Oriente se observa que hasta puede generar impactos negativos, como el otorgar espacios a grupos extremistas que desde un magro apoyo electoral minoritario, llegan a obstaculizar la operatividad de los mecanismos democráticos de decisión.

La propuesta de la candidata de Morena merece ser valorada en relación con el grado de madurez alcanzado por la democracia mexicana una vez superada la etapa del partido ultradominante, en la que las fuerzas opositoras tenían pocas oportunidades de crecer. ¿Puede ahora la competencia entre partidos consolidados permitir que la representación nacional provenga exclusivamente de distritos uninominales? Aquí se debe considerar que parece darse una bipolarización expresada en coaliciones claramente definidas en campos enfrentados. Este escenario puede asimilarse a los sistemas de exclusividad electoral mayoritaria que funcionan en favor de la estabilidad gubernamental en el Reino Unido, los Estados Unidos y Canadá. Adquiere mayor significación el que estos dos últimos países forman junto con México un área económica con alto grado de integración e interdependencia.

La representación proporcional, producto de la evolución de los sistemas electorales europeos desde hace casi dos siglos, tiene méritos innegables, pero actualmente muestra serias limitaciones. Una ventaja del sistema mayoritario es que la elección genera un resultado cierto y el cambio de partido en el gobierno no queda sujeto a la posibilidad de una serie sucesiva de frecuentes elecciones como ha sucedido en España.

Investigador de El Colegio de Veracruz y Magistrado en Retiro. @DEduardoAndrade

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