Históricamente México ha sido un país desigual. Por lo menos desde tiempos de la Colonia las diferencias de ingreso entre los que más y los que menos tienen ha sido abismal. Las cosas no fueron distintas el siglo pasado ni lo que llevamos del actual.

De hecho, durante el tiempo que se realizaron políticas económicas de corte neoclásico, llamadas neoliberales por algunos, el sueldo de la mayoría de la población no sólo no creció, sino que se estancó. Fue hasta el actual Gobierno que se llevó a cabo una política de recuperación salarial, consiguiendo con ello recuperación en el poder de compra de parte de la población. Un logro no menor. Entre los más pobres entre los pobres se encuentran los adultos mayores; por ello es que algunas frases de algunos candidatos son, en el mejor de los casos y siendo amables, desafortunadas.

Nuestro país tiene muchas características que hacen evidente nuestro subdesarrollo. El elevado sector informal de la economía es una de ellas. Gran parte de la población del país enfrenta la disyuntiva de aceptar un trabajo sin prestaciones sociales y, en muchas ocasiones, sin siquiera recibir el salario mínimo, contra estar en el mundo del desempleo. Esto último puede llevar al extremo de tener para cubrir las necesidades básicas y fundamentales de la población: alimentación, salud, vivienda y educación. Es obvio que gran parte no cotiza ante instituciones de seguridad social. Al paso de los años, esto provoca que no se cumplan los requisitos para poder recibir una pensión o poder contratar un crédito hipotecario para adquirir vivienda.

Incluso entre los que han cotizado ante algún instituto de seguridad social es difícil cumplir los requisitos. Esto provoca que muchos adultos mayores no cumplan las condiciones que les permita recibir una pensión. Si a esto sumamos que los funcionarios de las ventanillas del IMSS se llevan las palmas en cuanto a prepotencia, mal servicio y obstaculización de trámites, el resultado es que muchos adultos mayores se encuentran en el peor de los mundos: pobres, viejos y enfermos.

El espíritu emprendedor no lo tenemos todos. Por eso hay menos empresarios que trabajadores. No sólo es cuestión de conocimientos, sino de aventurarse a emprender y vender algún producto o servicio. Llevo casi veinte años como docente universitario. Muchos profesores dominan la teoría, hablan de empresas, de mercadotecnia o de administración como si hubieran sido gerentes de alguna empresa. Lo cierto es en muchas ocasiones no han vendido siquiera unos chicles o cigarros. En el mejor de los casos dominan la literatura y ponen ejemplos apegados al mundo real, en otras ni siquiera eso. El punto importante es que el conocimiento no es suficiente para emprender. Se necesita algo más y no todos lo tenemos. Por lo tanto, es absurdo pretender que todos sean empresarios.

La informalidad y que el espíritu emprendedor no esté presente en toda la población se conjugan para crear un contexto en el que muchos trabajadores dependen de las empresas para laborar y del sector formal de la economía para tener prestaciones que les permitan adquirir una vivienda y, en su momento, una pensión.

Lamentablemente el contexto del país no ha permitido a muchas generaciones lograr lo anterior. Incluso con la recuperación salarial lograda durante la actual administración se requerirán varios años, tal vez quince o veinte, para analizar el impacto en la adquisición de vivienda propia.

Personas públicas como las candidatas presidenciales tienen encima, literalmente, miles de miradas que están analizando cada palabra que dicen. Por ello es que no sólo es una torpeza, sino un

desconocimiento de las condiciones en que vive la mayoría de la gente a la que aspiran gobernar, cuando se dice que “si a los sesenta años no se tiene patrimonio propio, es por güey”. Comentario por demás desafortunado con todo y que no fuese dirigido hacia gran parte de la población que puede votar, sino a la rival en turno. Pobre. No entiende que no entiende.

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La contaminación de mantos freáticos no es más que un caso más de una inadecuada gestión del agua. En semanas previas hubo escasez en la Delegación Miguel Hidalgo. De no tomar medidas radicales, que necesariamente deben pasar por que los usuarios paguemos por el uso del agua, pronto tendremos más problemas. Tal vez no es tarde, pero debemos actuar ya.

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