El 28 de febrero del año en curso se publicó el decreto a través del cual se dio a conocer la Ley de la Economía Circular de la Ciudad de México. Como últimamentese ha dado casi en cada acción de los diferentes niveles de Gobierno, esta Ley podría tener algunas implicaciones que ayuden al medio ambiente. Sin embargo, quedan las dudas sobre el trasfondo de esta acción en donde se trate de un marco normativo que apela más a las buenas voluntades o a “la buena onda” de consumidores y empresarios y sobre si el reconocimiento de la necesidad de reciclar no llega demasiado tarde. En todo caso, se inició el camino, lo que sigue es reforzarlo para que la CDMX, y otras con problemas ambientales, puedan seguir siendo viables.

La primera buena noticia es la existencia de una Ley que verse sobre economía circular. Para los no duchos en la materia, esto implica reconocer que la producción y consumo de bienes y/o servicios SIEMPRE generan residuos, que las más de las veces se convierten en basura. Los libros te texto de economía en contadas ocasiones hacen mención alguna a la basura generada en el proceso productivo. Externalidades o fallas del mercado suelen llamarlas y proponen la creación de mecanismos de mercado para resolver estos problemas. La necia realidad se ha impuesto una vez más para demostrar que, internacionalmente hablando, los mecanismos de mercado, llamados mecanismos de desarrollo limpio, no han sido suficientes para reducir la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), y esto nos ha traído hasta la barbarie ecológica que estamos viviendo. La fe ciega en los mercados, dicho de otra manera: el neoliberalismo, nos ha traído hasta donde estamos.

Tanto de manera personal como colectiva el reconocer que se tiene un problema es el primer paso para resolverlo. En tal sentido la Ley se encuentra en el camino correcto. Por lo menos diversas instancias del Gobierno de la CDMX tienen ahora un marco legal para desarrollar acciones que fomenten actividades de economía circular. Esto implica que los residuos o basura, puedan tener el tratamiento adecuado para insertarse nuevamente en la cadena productiva y generar nuevos bienes o servicios.

Hace décadas nuestro vecino del Norte, Canadá, tenía un problema severo generado por residuos de neumáticos automotrices desechados que se apilaban por toneladas en las orillas de algunas carreteras. La solución fue utilizar su material para pavimentar las carreteras de este país. De ese modo, algo que era un problema dejó de serlo y ayudó a mejorar las vías de comunicación.

En ciudades con alta generación de residuos sólidos el adecuado tratamiento puede ayudar a que la basura se convierta en insumo de algunas industrias que generen con ella material para construcción, composta y electricidad. La tecnología para hacerlo posible. En gran medida parte del problema es que el marco legal e institucional no ha sido el adecuado para lograr que este tipo de empresas puedan crecer libremente. Pero es otro excelente ejemplo de lo que implica la circularidad de la economía.

A pesar de las buenas noticias, las malas también están a la vista: no se percibe que la Ley obligue a nadie a insertarse en esta economía. Todo es por voluntad propia y por “buena onda”. Dado el calentamiento global que estamos viviendo, definitivamente se deben tomar medidas más drásticas, como prohibir de una vez por todas el unicel y el plástico de un solo uso que no sean compostables. Una medida adicional es forzar a empresas y municipios a tratar las aguas residuales antes de devolverlas a las fuentes superficiales: es dramático y lastimoso observar cómo se convierten en ríos y canales de aguas grises o negras, lo que antes eran cuerpos de agua saludables. Al respecto no veo otra opción que reconocer los crímenes contra la naturaleza y castigar severamente a quien no cumpla la Ley.

El último punto es el tiempo. No es la primera vez que se nos advierte a la humanidad que podríamos estar actuando demasiado tarde. Es como intentar frenar un vehículo que viaja a gran velocidad a unos centímetros de un cuerpo que se le atraviesa: a pesar del freno, la colisión será inevitable. Lo mismo podría estar pasando con el medio ambiente: hemos empezado a reconocer que nuestra casa está en llamas y lejos de llamar a los bomberos o actuar con la urgencia que el caso requiere, con toda parsimonia sugerimos no encender más cerillos. El problema ambiental es dramático y requiere medidas del mismo calibre.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM y UDLAP Jenkins Graduate School.

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