Un muy joven Marcel Proust, en sus respuestas al cuestionario que llevaría su nombre, demostró un precoz ingenio; entre las más memorables estaba decir que su característica favorita en un hombre era “el encanto femenino”, o sobre cuál era su idea de la felicidad: “Tengo miedo de que no sea lo suficientemente grande, no me atrevo a decirlo, tengo miedo de destruirla si la digo”. A los ojos de los medios franceses, no sólo fue el ingenio del novelista, sino el formato en sí lo que propició el jugueteo. En poco años el cuestionario se volvería el estándar en las revistas del corazón europeas.

No obstante, el verdadero éxito masivo del cuestionario Proust vendría con los programas de Bernard Pivot, “Apostrophes” y “Bouillon de Culture”, muy probablemente las emisiones televisivas dedicadas a la literatura más exitosas de la historia. Por el foro pasaron luminarias como Vladimir Nabokov, Charles Bukowski (quien famosamente se embriagó al punto de la impertinencia), y Umberto Eco. Entre las respuestas más ingeniosas estuvieron las del semiólogo italiano: ―¿Cuál es su sonido favorito?  ―El silencio ―¿Cuál es el sonido que detesta? ―El silencio a veces.

La audiencia de estos diálogos sería insólita y un fenómeno que no se ha repetido en el ámbito cultural. En el apogeo de su popularidad, Pivot atraía a alrededor de 6 millones de televidentes, lo cual lo convirtió en un portero ineludible para entrar al lucrativo mercado del libro en Francia. Las ventas de los entrevistados aumentaban varios miles de ejemplares.

Ángel Gilberto Adame
Ángel Gilberto Adame

El llamado "efecto Pivot" generó suspicacia entre algunos autores, incluyendo la reciente ganadora del Nobel, Annie Ernaux: “¿No debería el escritor ‘situarse’ en todos los ámbitos ―el social, el económico, el lingüístico y el artístico― y no solamente en la lista de los mejor vendidos?”. Régis Debray llegó a acusar al periodista de ser un dictador mediático dentro de la industria editorial.

A pesar de las controversias, “Apostrophes” atravesó el Atlántico y se transmitió en la televisión por cable en Canadá y Estados Unidos. Fue así como el entrenador actoral James Lipton adoptó el método de entrevista de Pivot. Este fue el inicio de “Inside the Actors Studio”, un programa de entrevistas donde distintos actores contestan una versión revisada del cuestionario. Es un espacio en el que el actor es tratado como una suerte de catedrático que comparte sus experiencias con jóvenes aspirantes.

Quizá la pregunta del cuestionario que se presta a los momentos más memorables es aquella con la que concluye el episodio: “Si el paraíso existe, ¿qué es lo que te gustaría escuchar en las puertas celestiales?”. Jennifer Aniston contestó “Vaya, no esperaba verte por aquí”; Dustin Hoffman, “Es curioso, no pareces judío”; Anthony Hopkins, “Ey, ¡te lo dije!”; y Robin Williams, “Tienes boletos en primera fila, el concierto empieza a las cinco, abre Mozart, luego Elvis y al final eliges al siguiente”..

Pivot no fue ajeno al éxito que tuvo la adaptación, e invitó al estadounidense a uno de sus últimos capítulos. La relación entre ambos presentadores siempre fue de respeto y se mantuvo en términos amigables hasta la muerte de Lipton en 2020.

Con ese impulso, el cuestionario Proust se cimentó en los medios escritos de todo el mundo; sin embargo, su versión más célebre habría de ser la entrevista que adaptó la revista “Vanity Fair” a partir de 1993. Este formato proliferó en el ámbito de los espectáculos, pero la elegancia con la que los entrevistados se permiten ser mordaces ya no distinguiría entre alta y baja cultura.

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