Los primeros libros de texto gratuitos en México no fueron inmunes a las críticas. Se les acusó, a partir de intereses privados u opositores, de pretender imponer una visión única y partidista; en aquél entonces, los únicos libros que llegaban a las aulas debían ser comprados por las madres y padres de los estudiantes, si es que podían...

Hoy, la decisión del gobierno federal, de cambiar los libros de texto gratuitos, es nuevamente motivo de polémica, no solo porque contienen una buena dosis de ideología, sino por sus numerosos errores y la reducción de contenidos que violan el derecho de la niñez y adolescencia a una educación de excelencia, como marca la Constitución, como merece su desarrollo personal y como les exigirá la competencia laboral en un contexto global.

A diferencia del sexenio de López Mateos, donde las publicaciones que llegaron a las aulas soportaron la revisión de especialistas e incluso merecieron el reconocimiento público de intelectuales como Alí Chumacero, Andrés Henestrosa o Jesús Silva Herzog, los libros que impulsa la administración de López Obrador no tienen manera de justificar los errores que contienen, por más que les llamen “áreas de oportunidad”.

La indignación social por este atentado contra las nuevas generaciones ya puso en emergencia al gobierno federal y pretende aplicarnos, la misma dosis que en la pandemia por Covid-19: conferencias vespertinas para justificar y engañar(se), en lugar de corregir su estrategia.

Una vez más, la carga de sus omisiones recaerá sobre las y los maestros, que sin programas de estudio y sin capacitación previa, deberán compensar la eliminación de contenidos de matemáticas, lectoescritura, ciencias, biología e incluso, errores de sintaxis, datos imprecisos, plagiosinfografías mal diseñadas, ausencia de fuentes y una mezcolanza de temas sin orden aparente.

Libros que, por cierto, pretenden “ampliar” información a través de códigos QR, impresos en sus páginas, solo que el gobierno eliminó de su presupuesto la conexión a internet en las escuelas públicas.

¿Qué hacer?, ¿Cómo vamos a frenar este atropello? Lo primero que debemos aclarar, es que no es una batalla política. El conocimiento, la realidad, el derecho a la educación no distinguen ideologías y exigen valentía.

Interesante la postura de algunas entidades federativas que, al parecer, harán valer la Ley General de Educación, que en su artículo 115 establece la posibilidad de que los estados de manera concurrente formulen planes y programas de estudio distintos del Sistema Educativo Nacional, así como editar libros y producir otros materiales educativos distintos a los libros de texto gratuitos.

Pero más allá de lo que puedan y deban hacer las autoridades educativas y ante el riesgo del silencio y la sumisión de algunos, necesitamos actuar como ciudadanos: levantando la voz, con nuestros vecinos, en las escuelas, en las redes sociales, multiplicando las voces de especialistas que han señalado las ausencias y los errores, hasta lograr que con responsabilidad y con verdad, el gobierno federal corrija los libros de texto.

En medio de la emergencia educativa, impulsemos también una resistencia positiva y pacífica: recuperemos los libros de texto gratuitos del ciclo escolar pasado y llevémoslos de regreso a las escuelas públicas.

La autollamada Cuarta Transformación, debería honrar el encargo que el presidente Adolfo López Mateos le dio a su secretario de Educación, Jaime Torres Bodet, cuando firmó el decreto que dio vida a los libros de Texto Gratuitos, hace 63 años: "velar por que los libros que entregue a los niños nuestro gobierno sean dignos de México, y no contengan expresiones que susciten rencores, odios, prejuicios y estériles controversias.” Pero si es mucho pedir, que regrese y bien, los contenidos básicos que eliminó.

Diputada federal reelecta por el Distrito 27 del Estado de México. Presidenta de la Comisión de Derechos de la Niñez y la Adolescencia. @AnaLiliaHerrera

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