Hace unos días se conmemoró el Día Internacional de las Personas de Edad, conmemoración que permite reconocer la contribución de los adultos mayores al desarrollo económico y social, pero que también visibiliza el entorno adverso que viven, pues casi un tercio de los más de 15 millones de adultos mayores sufren maltrato físico, psicológico y económico.

Este año la conmemoración se ha centrado en Cumplir las promesas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para las personas mayores: entre todas las generaciones, con el objetivo de promover estos derechos y fomentar la solidaridad intergeneracional para el logro de los Objetivos del Desarrollo Sostenible establecidos en la Agenda 2030.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente uno de cadas seis adultos mayores de 60 años, sufrió algún tipo de abuso en los entornos comunitarios; sin embargo, se carece de estadísticas que reflejen la gravedad del problema, debido al subregistro y la dificultad para detectarlo.

En México, la prevalencia de maltrato a personas mayores fue del 32.1 por ciento; el más frecuente, el psicológico, con un 28.1 por ciento. Casi el 58 por ciento de los encuestados informó haber sido víctima de un tipo de abuso, el 34 por ciento, de dos; y el 8 por ciento, de tres o más.

De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el 57 por ciento de los delitos en contra de estas personas es del tipo patrimonial, es decir robo o despojo a casa habitación, el 16 por ciento es por violencia, el 8 por ciento por lesiones y después homicidio, amenazas, abandono y hasta abuso sexual.

A pesar del arraigo de valores como el respeto, la solidaridad y empatía, existen casos de personas adultas mayores que, aunque en su momento fueron los pilares de una familia e hicieron todo lo posible por forjar un hogar, terminan convirtiéndose en víctimas de abusos, discriminación, aislamiento, violencia, hacinamiento e incluso abandono.

En el marco jurídico de nuestro país se ha avanzado en la protección de la integridad de las personas adultas mayores, sobre todo en lo que se refiere al abandono y maltrato físico que sufren al perder sus capacidades físicas hasta el hecho de volverse incapaces de valerse por sí mismas, derivado del paso de la edad u ocasionado por diversas enfermedades auditivas, visuales u orgánicas, así como mentales.

Es lamentable pero crecen las estadísticas de casos en los que algunos familiares, quienes se encargaban del cuidado, al final de sus días los aíslan o hacen todo lo que está legalmente a su alcance para beneficiarse económicamente una vez llegada su muerte, situación que plantea la necesidad de fortalecer el marco jurídico para tipificar que quien cometa violencia familiar pierda la capacidad de heredar el patrimonio de la víctima.

Es necesario que nuestra sociedad se adapte a esta realidad asegurando que las personas mayores puedan vivir de manera plena, saludables, pero también libres de violencia, por ello se deben impulsar acciones para que el Estado, implemente políticas públicas, servicios e infraestructura a su favor.

Pero también debemos reflexionar sobre el papel que juegan los adultos mayores en nuestra sociedad y fomentar en las familias, el Estado y la sociedad un trato digno que privilegie la promoción de la igualdad, la no discriminación y el respeto a sus derechos humanos, porque se debe tener presente que son portadores de sabiduría, experiencia, valores y tradiciones.

Maestra en políticas públicas

Alejandra Barrales (@Ale_BarralesM)

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