Durante cinco días a finales de agosto (del 26 al 30) el huracán Harvey dejó una ola de destrucción a su paso por Texas y Louisiana con más de 80 muertos y pérdidas por hasta 75 mil dólares, sumando daños materiales, salarios perdidos y negocios cerrados, convirtiéndose en uno de los desastres naturales más costosos en la historia de Estados Unidos.

Su fuerza y la destrucción que provocó se veían venir. Días antes de que tocara tierra expertos estadounidenses alertaron de la fuerza y el comportamiento inusual que presentaba el meteoro. El meteorólogo Dave Hennen, de la cadena CNN, señaló que se trataba de “un evento de uno en mil años”. Para los habitantes de las zonas afectadas pudo ser una sorpresa, pero no para los estudiosos del cambio climático que desde hace dos años venían alertando sobre el incremento en la fuerza de los fenómenos meteorológicos en esa región del Golfo de México y presentan un panorama poco alentador para el futuro.

Aunque hay discrepancia entre científicos sobre el efecto real del incremento de las temperaturas en la potencia de los huracanes, el momento en que se produjo Harvey la temperatura promedio en el Golfo de México era un grado centígrado arriba del promedio. “La evidencia de que la tierra está experimentando una tendencia de calentamiento se vuelve más deslumbrante con cada año. Diecinueve de los 20 años más calurosos de los cuales se tiene registro en la historia han ocurrido desde 1980”, reportó la ONG estadounidense Public Citizen en un informe presentado en 2015 titulado “10 señales de advertencia sobre el calentamiento global”, en el cual plantea las consecuencias del calentamiento global y su relación con los desastres naturales en Texas.

Entre ellas el documento señala el aumento del nivel del océano, tormentas y huracanes cada vez más poderosos debido al derretimiento de los polos, un número mayor de muertes a consecuencia de temperaturas más elevadas, así como una mayor frecuencia de incendios forestales debido a las sequías que se pronostican para los próximos años.

Por su parte, la Agencia de Protección Ambiental de EU señaló en sus previsiones 2016 que en “los últimos 50 años, la cantidad de agua que ha caído durante los cuatro días más lluviosos del año se ha incrementado 15% en las llanuras de Texas. En las próximas décadas se espera que la cantidad de lluvia continúe aumentando, lo que producirá mayores inundaciones en la región”.

Risky Business (proyecto que informa acerca de los riesgos económicos del calentamiento global) elaboró un reporte en el que señala algunas de las consecuencias económicas que se podrían vivir en Texas en los próximos años. Por ejemplo, el incremento en el costo de la vida diaria por servicios como la electricidad, el cual se prevé que se incremente 5% entre los próximos cinco a 25 años, debido a la alta demanda de consumo de luz producida por los aparatos de aire acondicionado.

El 29 de agosto, cuando la emergencia estaba aún en proceso, Suzana Camargo y Adam Sobel, catedráticos de la Universidad del Columbia, publicaron un artículo en el que señalan que aunque el cambio climático no provoca los huracanes, sí contribuye a que esos fenómenos sean más fuertes.

“A medida que el clima se calienta, hemos visto intensos episodios de precipitación que aumentan en intensidad y frecuencia en todo el mundo, incluyendo Estados Unidos, incluyendo Houston, donde las últimas décadas han visto repetidas inundaciones con magnitudes que históricamente habrían sido raras”, plantean.

El panorama para el futuro de Texas no es prometedor, pero la advertencia está ya hecha.

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