El mercado mexicano se ha convencido de que la fortuna de Donald Trump como candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos necesariamente representa la debilidad del peso. Cuando menos en parte, atribuyen a eso la depreciación. Sin embargo, hay otras razones, aún más poderosas, que explican esa debilidad.

Sin negar que el más probable impacto de Trump es negativo para el México de hoy, eso no es lo esencial desde el punto de vista de la política pública. Y no lo es porque su fortuna política no está bajo el control de México. Lo que sí está es la creación de empleo doméstico que por sí mismo haría innecesaria esa gran emigración de trabajadores y dependencia de ingreso de remesas.

Si bien el ingreso de remesas tuvo en mayo pasado un incremento de 13.1% anual, en ese solo mes casi 2 mil 500 millones de dólares, esto también tiene otro lado para mirarse: lo altamente dependiente que somos de ingresos de trabajadores mexicanos en ese país. No es, bajo esta óptica, nada para celebrar y más bien para recordarnos que tenemos más de 10 millones de trabajadores indocumentados en ese país.

Aún para un país tan grande como Estados Unidos, esto es más del 6% de la fuerza de trabajo y 7% de los que tienen empleo, bajo cualquier medida, un porcentaje alto. Más significativo aún es que Estados Unidos es el empleador de uno de cada seis trabajadores mexicanos, tomando en cuenta los que están empleados o subempleados en México y recibiendo ingreso por trabajo, según el Inegi.

Es esta vulnerabilidad la que nos debería llamar la atención y no la personalidad o el humor de quien llegue a ocupar la Casa Blanca.

En lo que toca al comercio internacional, la alarma en México es similar: nos aterra la posibilidad de tarifas contra las exportaciones mexicanas a ese país. Sin embargo, recientemente se difundió que el contenido nacional de las exportaciones ha estado cayendo y frente a eso no se escucharon voces de alarma comparables.

En materia comercial, no obstante, el espacio para acción del Ejecutivo estadounidense es mucho más limitado. Sin negar que puede por su propia cuenta fijar tarifas que golpeen nuestras exportaciones, pasado un corto plazo tendría que tener el apoyo de su Congreso para mantenerlas y eso se ve, hoy por lo menos, improbable.

Lo que sí es un hecho es que el ambiente en los grandes países importadores y con un mercado interno fuerte ha girado sobre un eje y se ha inclinado a ser más proteccionista de sus trabajadores y mercados. Y ese giro aún no termina y a México, tan dependiente, le causaría un daño permanente su tasa de inversión.

Y de la tasa de inversión depende el crecimiento y de ahí la fortaleza o debilidad del peso. Si en realidad México se quiere ocupar de contrarrestar la debilidad del peso más allá del corto plazo, lo que hay que pensar es cómo reducir la vulnerabilidad. La alta apertura económica, al exportar un tercio del PIB, no es símbolo de vulnerabilidad en sí misma pero sí lo es si, frente a un choque externo prolongado como el que debería anticiparse hoy, su mezcla de políticas públicas no resulta en un aumento de la inversión.

El fenómeno Trump y su influencia en el tipo de cambio merece una nota aparte. Hoy, sin embargo, por no encabezar las preferencias electorales, no parece ser una influencia determinante. Lo que sí es una influencia, que sólo hasta hace poco comenzó a manifestarse, es un cambio de visión a nivel global hacia modelos de apertura económica más equilibrados y más inteligentes que los que ha seguido la mayor parte del mundo desde los 1990.

Analista económico. rograo@gmail.com

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