A don Fernando Solana, uno de los mejores servidores públicos que ha tenido México

El 15 de julio de 2015 el Estado mexicano recibió y conoció las posturas de empresas privadas nacionales y extranjeras para ganar el derecho a explorar y, en su caso, producir hidrocarburos bajo la modalidad de producción compartida. Tuvieron que pasar más de 77 años para que la inversión privada se le permitiera nuevamente participar en lo que se había reservado únicamente a Pemex.

En un acto público, cuidado al extremo para mostrar absoluta transparencia, se licitaron 14 bloques de superficie ubicados en aguas someras del mar patrimonial de México frente a las costas de Veracruz, Tabasco y Campeche. El proceso empezó desde el año pasado al darse a conocer los borradores de las bases de licitación. Durante este lapso, es importante mencionarlo, los parámetros fiscales se suavizaron. Después de que sólo se asignaron dos bloques a un consorcio que ofreció las mejores condiciones para el Estado, nos conviene reflexionar y entender el contexto.

Primero, México no es el único país en el mundo que busca atraer inversión privada nacional y extranjera para incrementar reservas y producción de hidrocarburos. Tan sólo en el continente americano, estamos compitiendo contra los campeones en la región más competida del mundo: Estados Unidos y Canadá. Ambos con una larga experiencia de más de 100 años. En 2014 Estados Unidos, el consumidor más ávido de petróleo, se ubicó también como el principal productor de hidrocarburos en el mundo, por arriba de Arabia Saudita y Rusia. Aun bajo estándares latinoamericanos, México es el gran novato, Brasil, Ecuador y Colombia nos llevan la delantera en atraer inversión privada, por citar a los más importantes. En un lapso de 10 años Brasil ha logrado superar a México en reservas probadas y casi alcanzarlo en producción con inversión privada, mientras que Ecuador ha logrado duplicar sus reservas probadas.

Segundo, el hecho de haber recibido más posturas en blanco que con valores por debajo de lo que esperaba el Estado como contraprestación, y el haber asignado sólo dos bloques en condiciones muy favorables para el Estado, nos da indicios de que los participantes interpretaron la información geológica con bajas probabilidades de éxito frente a otras opciones de inversión en exploración que tienen en el mundo.

Tercero, las Secretarías de Hacienda y Crédito Público y de Energía, así como la relativamente joven Comisión Nacional de Hidrocarburos, ganaron una experiencia valiosísima que no tenían, en un contexto de precios muy bajos. Hasta antes de la reforma energética, Pemex hacía y decidía todo absolutamente en términos de exploración. El único límite que tenían era el presupuestario y por consiguiente de deuda que imponía el Congreso de la Unión por recomendación de la SHCP.

Cuarto y quizá el más importante, las empresas privadas son muy cautelosas al ponderar la relación riesgo-ganancia para sus inversiones en exploración. Si no hay hidrocarburos, es pérdida total, y si hay hidrocarburos tendrán que pagarle al Estado donde operen una contraprestación que aumenta en la medida que los precios son muy altos. Después del inicio de la declinación de Cantarell a fines de 2003, Pemex Exploración y Producción dilapidó fácil más de 150 mil millones de dólares de los mexicanos sin lograr más reservas y sin conseguir compensar la caída de producción con otros campos.

Quinto, Pemex está aprendiendo a ser más cuidadoso para jerarquizar sus decisiones de inversión. Es una muy buena señal que, pese haber estado precalificado para participar en esta licitación, se haya retirado antes de entrar en la última fase y presentar sus posturas.

Sexto, más vale entrar con humildad y prudencia a competir en el mercado global para atraer inversiones en hidrocarburos, que precipitarse, errar y causar pérdidas patrimoniales irreversibles.

Economista

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