La viralización de noticias falsas, lejos de ser el resultado de una ocurrencia al azar generada por algún bromista , es una industria con millones de consumidores que aportan con clics (y en consecuencia, algunas veces, con dinero producto de publicidad). Industria que no nació con las redes sociales sino que es más bien heredera de una tradición de sensacionalismo y psedoperiodismo que data por lo menos de finales del siglo XIX con el diario New York World de, ni más ni menos, Joseph Pulitzer. La prensa amarillista, que recibe su nombre de una serie de historietas de Richard Felton Outcaut llamadas The Yellow Kid, busca con toda intención provocar una reacción determinada en los lectores. Por supuesto, la principal diferencia es que en esta tradición de las Fake News el lector podía fácilmente identificar de qué publicaciones provenían las noticias reales y de dónde las noticias basura; las fuentes en internet, por otro lado, no requieren de un “nombre conocido” detrás para darnos un norte respecto a la veracidad de lo que ahí se cuenta. Por otro lado, este público consumidor de noticias basura puede abogar por un “derecho” a seguir recibiendo ese tipo de contenidos, derecho de consumir y propagar lo que le dé la gana con la bandera de la libertad de expresión, bandera muy legítima, por cierto; otros, también, se escudan en este fenómeno para desligitimar noticias que los afectan, y el Fake News funciona a su favor.

En México, las noticias falsas no sólo venden, también son usadas por determinados grupos para causar desestabilización social; por ejemplo, en los días posteriores al anuncio del más reciente gasolinazo, la policía cibernética de la Ciudad de México investigó a cientos de perfiles falsos en las redes sociales que distribuyeron unos mil quinientos mensajes alentando a la violencia.

No hay que olvidar que el potencial de las noticias falsas y su viralización en las redes sociales se hizo patente en la reciente elección presidencial estadounidense; Facebook, el más grande difusor de noticias falsas del mundo, está a un paso de poner su nombre al lado de los, nada honrosos, grandes del sensacionalismo, leer noticias en Facebook es como leerlas del Mirror, el Bild o el NY Daily News, un asunto que parece no caerle muy en gracia a Zuckerberg que ya está probando en Alemania un algoritmo en su red social para detectar noticias falsas, con la esperanza de frenar su difusión masiva; como un extra, pretenden desmotivar a los usuarios que generan y distribuyen este tipo de noticias mandándoles avisos con la amenaza de expulsarlos de la red social; Francia también está, desde el gobierno, apoyando a Facebook para producir herramientas similares. Difícilmente se puede ir más allá en la lucha contra las noticias falsas, y por más precisos que sean los algoritmos, la expulsión de las redes sociales no parece ser la cura contra este fenómeno mientras haya consumidores de noticias basura habrá maneras de darles gusto.

Twitter: @Lacevos

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