El sector petrolero mexicano está en pleno proceso de diversificación. Después de décadas en las que la industria se enfocó en actividades de exploración y producción en aguas someras y campos terrestres, México está avanzando rápidamente en el aprovechamiento de hidrocarburos en áreas tecnológicamente innovadoras, como aguas profundas o yacimientos no convencionales. Estamos construyendo un nuevo ecosistema con empresas que son variadas tanto en su tamaño, como en su origen —privadas, independientes o estatales— y en su portafolio. En este nuevo contexto, la pluralidad emerge como uno de los motores de desarrollo más importantes para nuestro país.

Y en nuestro sector, la pluralidad entendida en su alcance más amplio, como la habilidad de dar mayor énfasis a la inclusión de grupos antes reducidos, ha mostrado avances.

Para ser sinceros, la pluralidad de género en el sector no es algo que empezó con el nuevo modelo energético y es evidente que nuestra industria ha tenido destacadas representantes en el país. Un ejemplo que abrió brecha fue el nombramiento de Georgina Kessel como secretaria de Energía en 2006, la primera mujer en ocupar este cargo en México. En consecuencia, esta posición le permitió además desempeñarse como presidenta de los consejos de administración de Pemex y Comisión Federal de Electricidad.

A la figura de Kessel la acompañaron otras pioneras como las primeras subsecretarias de la Secretaría de Energía, Verónica Irastorza y, posteriormente, Lourdes Melgar. Otros ejemplos destacados son las comisionadas Alma América Porres (de la Comisión Nacional de Hidrocarburos), Montserrat Ramiro y Neus Peniche (de la Comisión Reguladora de Energía), quienes se suman a las legisladoras Georgina Trujillo y Rocío Nahle, así como a líderes empresariales como Monica Boe, Tania Ortiz Mena, Evelyn Vilchez, Benigna Leiss, Louise Goesser y Lorena Patterson, por mencionar sólo a algunas.

Estos casos, antes aislados, se han vuelto una tendencia. Hoy, lo raro es que un evento tenga pocas mujeres protagonistas, como lo señaló acertadamente Alicia Salgado en una columna reciente. El World Forum on Energy Regulation (que coordina la Comisión Reguladora de Energía) tiene incluso paneles completos donde sólo participan mujeres.

Aún falta mucho por hacer. En Pemex sólo un pequeño grupo de mujeres ha alcanzado posiciones ejecutivas de alto nivel. Lo mismo en CFE. También en la administración pública: por cada subsecretaria, hay 6 subsecretarios; por cada comisionada en la CNH y la CRE, hay otros 11 comisionados.

Con el objetivo de no perder la mitad del talento humano, debemos aspirar al porcentaje de inclusión que han conseguido a nivel global otras industrias. La fuerza de trabajo de los sectores relacionados con las ciencias de la salud, por ejemplo, está compuesta en 60% por mujeres.

El nuevo modelo energético abre la puerta para mantener y profundizar esta tendencia de cambio en México. Mientras buscamos desarrollar nuevos yacimientos en aguas profundas o llevar adelante actividades de producción de recursos no convencionales, a través de un grupo variado de empresas (chicas y grandes, independientes y públicas, nacionales y extranjeras) es necesario acelerar la conversación —con hombres incluidos en la mesa— sobre las oportunidades que como sociedad ofrecemos a las mujeres para acceder no sólo a una mejor preparación, sino a recursos financieros, becas y condiciones laborales que nos permitan aspirar a puestos directivos con igualdad.

Esto no es un tema de cuotas, sino de aprovechar al máximo el talento con el que cuenta nuestro país.

Presidenta del Comité de Asuntos Externos de AMEXHI (Asociación Mexicana de Empresas de Hidrocarburos)

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