Finalmente sucedió. En el actual reino de lo digital, las computadoras no habían podido traspasar la última barrera; algunos más o algunos menos pero al final todos terminamos por darnos cuenta (o de mínimo lo sospechamos) cuando una imagen en una película es en realidad animación por computadora.

En esta batalla de las máquinas contra nuestros sentidos, las primeras se anotan una tremenda victoria con Jungle Book, el remake a la cinta clásica de Disney de 1967 (basada a su vez en alguno de los relatos del libro homónimo escrito por Rudyard Kipling) dirigido en esta ocasión por el artesano Jon Favreau. La estrategia es radical: Favreau tiene a su disposición la tecnología y el equipo necesario para hacer de esto un show que se desenvuelve entre el fotorrealismo y el impresionismo. Su impecable puesta en imágenes es de lo más depurado que un director, un procesador, un ingeniero y un diseñador nos pueden entregar. Y sin embargo, el secreto de su éxito no está ahí.

Favreau sabe que no puede engañar a nuestro cerebro y a nuestros ojos, así que opta por otra ruta: la de seducirnos, hacernos bajar las defensas y suspender nuestra incredulidad visual. Muy en el fondo sabemos que nada de esto es real, claro, pero no nos importa, queremos creer. Creer es la base fundacional de esa gran mentira que es el cine, y aquí el cine, por más que esto esté poblado de máquinas, se anota otra victoria.

Y se anota otra victoria porque Favreau sabe que no hay artificio que funcione si detrás no hay pulsiones humanas. Así, el diseño de sus personajes se vuelve fundamental, la película funciona no por su despliegue tecnológico sino por los actores detrás de esa jungla de píxeles. Favreau apuesta no por tener actores haciendo voces de animales, sino por actores vestidos de botargas digitales, donde los pixeles no ocultan su personalidad sino al contrario, la vuelven omnipresente.

Así, el temible Shere Khan es imponente gracias a la actuación de Idris Elba, la pantera Bagheera es la voz de experiencia gracias a Ben Kingsley, la serpiente Kaa se torna en peligrosa trampa de seducción gracias a Scarlett Johansson, Raksha conmueve por su instinto maternal gracias a Lupita Nyong’o.

Pero donde el molde se rompe es con Baloo, el simpático oso vaquetón interpretado aquí de manera brillante por el gran Bill Murray y Chris Walken, haciendo una versión del Rey Louie cual divertida mezcla entre Don Corleone y el Coronel Kurtz (El Padrino, Apocalypse Now). Murray y Walken son los responsables de dos de los momentos más sobresalientes y conmovedores de la cinta: la versión de Murray a la extraordinaria “Lo más vital”, cuya interpretación no sólo es conmovedora sino que lo deja a sólo un grado de separación de aquel otro monstruo de la comedia llamado Germán Valdéz Tin Tan; y la maravillosa y ahora inolvidable versión de Chris Walken a “I wanna be like you”.

En esta selva perfecta de pixeles, el único humano a cuadro es Neel Sethi quien, como Mowgli mismo, termina siendo el centro de equilibrio de este mundo virtual, aunque resulta irónico que el único humano a cuadro no sea al final tan relevante como todos los que se esconden tras la magia digital.

Jon Favreau es el responsable de la piedra angular sobre la que se forjó el universo cinematográfico de Marvel con su Iron Man (2008), si aquella película no hubiese funcionado, el auge de las cintas basadas en cómic probablemente no gozaría de tal empuje como hoy en dìa.

Con Jungle Book es probable que Favreau esté sentando las bases de otra nueva era para Disney, una era carente de impulsos autorales (si acaso la mayor crítica que se puede encontrar a esta cinta en particular y en el cine de Favreau en general) pero que está armada a conciencia, con un guión que apuesta por la ligereza, el humor, el espectáculo visual y sobre todo, por el desarrollo de la historia y la profundidad en sus personajes.

Jungle Book es el regreso al gran cine evento, aquel que -no importando la tecnología- sólo puede vivirse en el cine y que alcanza su grandeza no por el poder de la máquina sino por las pulsiones humanas que se transmiten a través de la misma. Una nueva forma de make believe.

Esto es el inicio de algo grande para Disney, probablemente también de algo grande en la historia del cine.

Google News

Noticias según tus intereses