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Siempre lo he dicho: me considero alguien sumamente afortunado. No he ganado millones en la lotería, mucho menos ningún concurso en el que he participado, pero tengo la oportunidad de vivir experiencias increíbles a bordo de coches que solamente soñaba cuando era un niño.
Llamar “trabajo” a tener el placer de hacer cosas tan especiales en el mundo, es algo por lo que siempre estaré agradecido. Y, de todas ellas, aprender a manejar un superauto en la nieve está, definitivamente, en el top 3 de toda mi carrera.
Viajamos hasta Montreal, Canadá, para ser parte del Porsche Ice Experience. Como su nombre lo indica, se trata de un programa especial desarrollado por la marca de autos alemana que está enfocado a que sus clientes vivan la experiencia de aprender a manejar en nieve.
No somos clientes, pero Porsche México y Porsche Latinoamérica nos consiguieron la oportunidad de participar en el “Ice Trial”, el escalón de inducción al manejo en nieve. Pasamos todo el día en el Circuito Mecaglisse, al norte de Montreal, aprendiendo a controlar un auto en situaciones extremas. ¿Qué aprendimos y cómo puede ser útil para el día a día? Te lo contamos en este texto.
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Clases un tanto diferentes
Hago memoria y, jamás, había estado tan emocionado por un “día de clases”. Las actividades comenzaban a las 8 am, pero eran las 5:30 am y ya no podía conciliar el sueño. Luego de un ligero desayuno, reunieron a todos los participantes en una sala de conferencias para dar los puntos básicos del día.
Lo importante en el momento era comprender, al menos teóricamente, fenómenos como el subviraje, sobreviraje, derrape y transferencia de pesos. Todos estos conceptos serían de suma importancia para las actividades del día, pues los ejercicios están basados en comprender estos puntos y atacarlos de manera correcta para salir adelante.
La introducción al curso duró aproximadamente una hora, la cual culminó con un retador: “nos vemos en la pista” por parte de los organizadores del evento. Se percibe un ligero nerviosismo por parte de algunos asistentes. Sin embargo, al ser la mayoría dueños de un Porsche, también son fanáticos de los autos y están emocionados por pasar todo el día al volante superando retos en nieve.
Arrancamos camino hacia la pista, que está a 45 minutos del hotel en el que estamos hospedados, y la mayoría van concentrados y emocionados por lo que están por vivir. Parece eterno el trayecto, pues los nervios y la emoción juegan como un factor que altera nuestra percepción del tiempo, pero finalmente miramos a lo lejos los letreros que nos dan la bienvenida a la experiencia.
Todos somos un equipo
La experiencia comienza desde que te bajas del autobús. Todo el cuerpo de pilotos instructores y asistentes te reciben como si fueras una celebridad. Choque de manos, porras y gritos son lo primero que ves al llegar y esto, naturalmente, te llena de energía para el día.
La plática de bienvenida es corta, pues todos estamos impacientes por subirnos a los 911 que están estacionados esperándonos. Jeremy Palmer, nos da la indicación y procedemos a acercarnos a los coches.
En ese momento, la nieve empieza a caer más densa. “A esto vienen, a dominar la nieve,” comenta Jeremy con un tono de burla cuando nota que varios de nosotros estamos sufriendo con el frío y las manos congeladas.
“Recuerden, lo más importante el día de hoy es que se diviertan, pero también que aprendan la importancia de saber manejar en situaciones tan extremas como estas,” añade Jeremy por el radio justo antes de arrancar con las actividades.
Gatear antes de caminar
Por más deseosos que estemos de comenzar a poner el 911 Carrera S que tenemos en nuestras manos, es necesario comprender lo básico. Las primeras dos horas las pasamos aprendiendo el concepto de subviraje y sobreviraje, pero ahora de manera práctica.
Por ponerlo en términos sencillos, el subviraje es cuando, por más que mueves el volante, el coche no da la vuelta. El sobreviraje es lo contrario; el coche da de más la vuelta aunque no queramos.
Ambos principios obedecen a la falta de agarre entre las llantas del coche y la superficie en la que se rueda. La primera de ellas se localiza en el eje delantero y la segunda en el posterior.
Una vez que dominamos y entendemos los motivos por los que suceden y cómo corregirlo. Es momento de empezar con ejercicios un poco más demandantes.
Caminar antes de correr
El primer ejercicio que pone una sonrisa en nuestro rostro es el famoso “Slalom”. La misión es ir de un lado a otro “balanceando” el coche sin tocar el freno. Todo tiene que ser controlado con el acelerador y movimientos de volante.
Como mexicano, no estoy acostumbrado a manejar en nieve, por lo que los primeros intentos son un fracaso. O le daba demasiado acelerador y terminaba con el coche mirando en dirección contraria o me faltaba impulso y el coche jamás se balanceaba.
Sin embargo, conforme fuimos practicando, se logró el cometido. “Es importante que tus ojos miren hacia donde quieres ir, porque así tu cerebro dará órdenes inconscientes a tus manos,” asegura Jeremy Palmer por la radio.
Cuando empezamos a comprender el deslizamiento del auto y el cómo regularlo con el acelerador, las tareas se comienzan a hacer más sencillas.
Pasamos del slalom a un ejercicio de derrape, en el que teníamos que llegar a toda velocidad a una curva para frenar de golpe, descolocar la parte trasera del auto, y salir derrapando en dirección contraria.
Personalmente, este fue el ejercicio que más disfruté y donde más aprendí. Agarrar velocidad, frenar en curva para provocar subviraje y salir a toda velocidad es una sensación que pocas veces puedes experimentar.
Las sonrisas son naturales, y Jeremy lo nota. “¿Esté si lo estás disfrutando, verdad Luis?” Me pregunta Jeremy por la radio. Yo solo asiento con la cabeza y mi pulgar en signo de aprobación.
Conforme fuimos haciendo el ejercicio fui mejorando. Al grado de que, en el último turno, Jeremy me retó a acercarme lo más que pudiera al centro de la curva para “chocarlas” con el coche.
Reto cumplido. Me acerqué lo suficiente como para que Jeremy tocara la parte superior del coche mientras pasaba derrapando. “¿Ves que no era tan complicado?”, bromeó por la radio Jeremy.
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El momento de correr
Luego de cerca de 5 horas practicando diferentes ejercicios, es momento de atacar un circuito por primera vez. La nevada ha cesado, pero la pista está completamente cubierta de una alfombra blanca, rodeada de muros de nieve y árboles por donde sea que mires.
Jeremy, el instructor, nos deja en claro una cosa: si nos equivocamos no pasa nada. Es uno de los ejercicios más complicados, pues tienes que aplicar todo lo aprendido durante el día para dar vueltas lo más rápido que puedas alrededor del circuito. No es una competencia, pero el mejor tiempo se lleva a casa un Porsche a escala.
En las primeras dos vueltas perdí el control del coche y, saliendo de un par de curvas cerradas, terminé mirando hacia el lado contrario de la pista. Sin embargo, para la tercera, comprendía más el movimiento del auto y cuánto acelerador debes de poner en cada momento.
Para la cuarta vuelta me sentía más seguro, pero siempre con este “respeto” que impone estar al volante de un 911, especialmente en la nieve. No fui el mejor tiempo, pero sí que disfruté cada una de las vueltas que pudimos dar en este circuito hecho de nieve.
La cereza del pastel
El último ejercicio del día es para pulir la técnica del derrape. Conocido como “Derrape de Rally” o “Scandinavian Flick” consiste en jugar con la transferencia de pesos de un auto para tomar una curva lo más rápido posible en situaciones de poco agarre.
Por poner un ejemplo burdo, se tiene que ir rápido y mover el volante primero hacia un lado y luego hacia el otro rápidamente para que el peso pase de un lado a otro en un momento y así se provoque un derrape controlado.
La misión era hacerlo y, después, alargar el derrape lo suficiente como para pasar entre dos conos colocados a unos metros. Luego de la demostración de los instructores, llegó nuestro momento.
Se logró al tercer intento, y la sensación de satisfacción era como pocas en la vida. Acabamos el día con conocimientos nuevos y, de paso, tuvimos la oportunidad de poner incontables veces de lado un Porsche 911, y es algo que no se puede hacer todos los días.
Utilidad para el día a día
Dejando a un lado la experiencia como tal, el hecho de poder aprender a controlar un auto en este tipo de situaciones es vital para la seguridad. Sé que puedes estar pensando que en México jamás tendrás que manejar sobre nieve tan densa como lo hicimos en Montreal, Canadá, pero perder el control de un auto no es exclusivo de este tipo de condiciones.
Basta una buena lluvia o que el camino esté ligeramente congelado para que un auto pierda agarre al piso. Si aprendemos a controlar el subviraje (el cual se reduce desacelerando y ajustando el ángulo del volante) o el sobreviraje (el cual se reduce corrigiendo el ángulo del volante y acelerando progresivamente) nuestros viajes pueden ser más seguros.
Al final del día, nos vamos a casa con la experiencia de haber podido aprender a controlar estos fenómenos al volante. Sí, siendo sinceros, el Ice Experience es algo que todos los fanáticos de los autos deberían vivir una vez en su vida.
Si eres dueño de un Porsche, puedes acercarte a un Centre de la marca y con gusto te ayudan a agendar una experiencia similar. Los costos varían dependiendo del curso que quieras tomar, pero sin lugar a dudas, vale la pena.
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