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El feminicidio es una “herida lacerantes” en la región de Iberoamérica que todavia está pendiente, señaló Rebeca Grynspan, secretaria General Iberoamericana.

Para la diplomática, el hecho de que más de la mitad de los países de la región hayan promulgado leyes sobre el feminicidio es una llamada de atención para todos los Estados.

Aunque reconoció avances positivos en México, como el hecho de tener el primer think-tank en el mundo sobre política pública y empoderamiento para las mujeres en referencia al trabajo que ha realizado el Instituto Nacional de las Mujeres, señaló que tanto en el nuestro como en otros países de la región la violencia contra las mujeres es uno de los pendientes más importantes que no se ha exterminado, y las leyes contra el feminicidio son la prueba de ello.

“El que tengamos que legislar de manera particular sobre este hecho de violencia es una llamada de atención. Si bien lo vemos como necesario, es una herida lacerante para toda la región el hecho de que tengamos que crear una figura jurídica en esta dirección”, sostuvo durante su ponencia en el foro “La mujer en Iberoamérica: Avances en 25 años”.

Llamó a apurar el paso para dejar de desperdiciar “generaciones” y “talento” que se pierden por la discriminación visible e invisible contra este género. Señaló que las mujeres no están dispuestas a esperar 100 años para lograr la equidad, siendo esta la cantidad de tiempo que, de acuerdo con los especialistas, es necesario que pase para que las cosas mejoren.

Para acelerar el paso mencionó tres pendientes urgentes: terminemos de eliminar las leyes de discriminación que todavía subsisten en los países, el empoderamiento económico de las mujeres y la prevención del embarazo prematuro. En este último punto señaló que entre más tiempo de sus vidas dediquen las mujeres a educarse y formarse profesionalmente, más posibilidades tendrán de separarse de la pobreza que se transmite de generación en generación.

“La transmisión intergeneracional de la pobreza no viene sólo por el número de hijos, sino por cuándo comenzamos a tener nuestro primer hijo: ese momento hay que posponerlo. A los 18 años ya no es embarazo adolescente, pero sigue siendo embarazo temprano porque para el mundo de hoy si no hemos acumulado suficiente educación para prepararnos y experiencia laboral no vamos a poder, efectivamente, romper la transmisión intergeneracional de la pobreza y la desigualdad”, mencionó.

El titular de la Secretaría de Salud, José Narro, señaló que junto con la Secretaría de Gobernación avanzan en el reforzamiento de la estrategia para “eliminar en la menor cantidad de tiempo posible” el embarazo en niñas menores de 14 años y reducir el número de madres adolescentes.

Mencionó que hace cuatro semanas, en una reunión en el Consejo Nacional de Población (Conapo), se acordó que son necesarias acciones en educación, prestación de servicios para adolescentes, garantizar la existencia en información sobre temas de salud reproductiva, además de que existan suficientes métodos anticonceptivos en los centros de salud.

Este fenómeno es alarmante porque 11 mil nacimientos al año (30 al día) en todo el país son de niñas entre 10 y 14 años de edad, y uno de cada cinco nacimientos son de adolescentes de entre 15 y 19 años.

“Sigue siendo un grave problema. Tenemos que hacer algo, se trata de vidas que son interrumpidas en su desarrollo normal: las niñas y adolescentes que deberían estar en la escuela con frecuencia abandonan y un hecho que se refleja en esto es que uno de cada cuatro hogares tiene como jefe de familia sólo a la mujer. Esta es una de las consecuencias del embarazo en la niñez y la adolescencia.

“Es una condición absolutamente inadmisible. Seguimos teniendo embarazos anticipados a la edad que uno quisiera que se presentaran y no se trata necesariamente de decisiones de pareja y de decisiones informadas”, dijo en el marco de su participación en el foro “La mujer en Iberoamérica: Avances en 25 años”.

Ello se debe a que la igualdad ante la ley entre hombres y mujeres es un primer paso; sin embargo, destacó el secretario de Salud, por sí misma no garantiza esta igualdad en los diferentes ámbitos de la vida.

Señaló que ninguna ley o política pública es suficiente para, por sí mismas, eliminar la inequidad, pues “es verdad que son indispensables, pero por sí solas no van a transformar. La estructura y las prácticas sociales y culturales discriminatorias tienen incluso una fuerza mayor”, dijo.

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