En la acera misma de Paseo de la Reforma, donde empieza la alfombra roja para Dilma Rousseff, la presidenta de Brasil, una valla de 12 senadoras y diputadas forman el primer anillo de bienvenida. Hay gozo, alegría, emoción en las mexicanas de todo signo que reciben a Rousseff.

Llega tarde, por la gracia de una manifestación. El recibimiento cálido la sorprende. Sube el primer tramo de la escalinata, donde hay más legisladores que le dan la diestra con leves caravanas de respeto, a lo que esta mujer en pantalón negro y blusa responde atenta a lo que escucha y con su mirada en los ojos de quienes la reciben.

En el descanso siguiente de la escalinata (así es el protocolo del poder), la recibe un muro de varones, los que tienen los controles del Congreso —Miguel Barbosa, Julio César Moreno, Emilio Gamboa— y más legisladoras, el canciller José Antonio Meade y la embajadora en Brasilia, Beatriz Paredes. Ahí está Dolores Padierna Luna (PRD), quien le da la bienvenida en saludo de dos segundos.

La media hora de retraso de Rousseff ha dado margen a que la comitiva de recepción más numerosa que se haya formado en la sede del Senado entrara en ebullición. Curioso ver ese recreo de personajes del poder político mexicano en intercambios de palabras y de gestos amistosos: Ricardo Anaya (PAN), Miguel Alonso Raya (PRD), Arturo Zamora (PRI).

Ahí está Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez. Hay admiración por Dilma Rousseff y por su país, en esta hora. Samba, Bossa Nova, Pelé, que es decir futbol, la pasión de los pueblos brasileño y mexicano son eslabones entre las dos naciones, a los que se refiere Barbosa en un minuto expresivo en su discurso.

Barbosa dice que a los dos países los une la pasión por el futbol. Labios y ojos de Rousseff sonríen. El senador anfitrión recuerda que México adoptó a la selección brasileña en México 70, “y en el pasado Mundial, realizado en Brasil, sentimos su derrota como propia”. Augura la Copa del Mundo ganada por los cariocas. La presidenta está complacida. Y el legislador sella el episodio: “En lo que corresponde a México y el futbol: No fue penal”. Ella ríe junto con el pleno.

La sesión acaba. La solemnidad se marchita. Suben las legisladoras a la mesa directiva y se toman selfies con la jefa de Estado brasileña, la que habló allí de la igualdad de oportunidades para las mujeres. Y sale entre besos, abrazos, fotos. Todo lo mira atenta.

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