En la entrega anterior se afirmó que la elección de 2018 debía ser por planillas (EL UNIVERSAL, diciembre 28), en el sentido de que no será suficiente seleccionar candidatos a la Presidencia que sean honestos, preparados, competentes y con buena reputación, y capaces de ganar la elección correspondiente. Es de igual importancia que la próxima elección sea de ideas y propuestas, pues existen múltiples síntomas de que aspectos fundamentales del modelo mexicano se han agotado y requieren cambios.

Lamentablemente, por las disposiciones electorales vigentes, los “precandidatos” no pueden hacer propuestas hasta el 30 de marzo, cuando inicien las campañas. Este esquema ha llevado a que los precandidatos se limiten, en esencia, a descalificaciones cruzadas. En todo caso, toca a los ciudadanos plantear sus preocupaciones e ideas de cómo resolver la problemática del México actual. Lo primero es exigir que, en cuanto puedan, los candidatos planteen propuestas de solución para los problemas medulares de México.

El cambio que demanda la ciudadanía mexicana es transformacional, con propuestas que lleguen al fondo. Hay que demandar a los candidatos que se atrevan, que no se “cuiden” o inhiban al hacer propuestas. En dos ocasiones, en este mismo espacio, se ha planteado la necesidad de actualizar el Estado mexicano, para que evolucione de un Estado proveedor a un Estado garante (septiembre 25, 2013 y diciembre 1, 2016).

Abundan signos de que, en su configuración actual, el Estado mexicano ha perdido la capacidad para mejorar el bienestar de los mexicanos de manera continua. Con frecuencia, el debate se plantea al revés: se ponen las necesidades del Estado por delante de las de los ciudadanos, de las personas, de los mexicanos. Paradójicamente, el Estado que se vino desarrollando en México desde las primeras décadas del siglo pasado es débil y obeso. En muchos aspectos representa una pesada carga para la ciudadanía. Parecería que la concepción no es que el Estado sirva al ciudadano, sino que el ciudadano se subordine a los intereses del Estado. Eso no puede continuar.

La debilidad del Estado se manifiesta en su tamaño, en comparación con el de otros países. En México el gasto público (sin incluir empresas productivas del Estado) representa 22% del Producto Interno Bruto. Esos recursos resultan claramente insuficientes para hacer realidad los múltiples derechos que, por ley, el Estado debe garantizar a los mexicanos. Como en otros países, el Estado ha hecho promesas que no puede cumplir. El colapso del Estado mexicano es evidente en múltiples ámbitos, pues es incapaz de proporcionar seguridad pública, de invertir suficiente en infraestructura urbana e interurbana, de proveer servicios de salud a toda la población, mucho menos de calidad, es incapaz de proporcionar educación de calidad a todos quienes tienen derecho a ésta, e incapaz de procurar justicia para todos.

Además de su tamaño, la debilidad resulta de su ineficacia, en buena medida deriva de una concepción, hoy obsoleta, de que el Estado debe proporcionar directamente bienes y servicios a la población. De ahí el gigantismo de algunas instituciones públicas, como la Secretaría de Educación, la de Salud, el IMSS, el ISSSTE, la Secretaría de Desarrollo Social y, de manera consecuente, el gigantismo de los sindicatos correspondientes. Esta elección presenta la oportunidad de concretar un cambio de fondo del modelo de Estado, de reestructurarlo desde la base, a partir del principio de que se garanticen los derechos de los ciudadanos, pero de que sean ellos mismos, en organizaciones privadas, quienes produzcan los bienes públicos cuando esto sea posible.

En otras latitudes se ha probado que es posible superar este tipo de crisis. El mejor ejemplo son los países nórdicos (Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia) donde en los últimos 30 años han cambiado su visión y redefinido el rol del Estado, probando que se puede que menos Estado desemboque en mayor bienestar de sus pueblos. El nuevo modelo nórdico empieza con servir al individuo en vez de expandir el Estado.

Es pertinente comenzar preguntándole a los candidatos cuál es su visión del Estado mexicano para los próximos años: Estado proveedor o Estado garante, y en caso de que fuese el segundo, cómo sería la transición de la situación actual a esa nueva modalidad.

Presidente de GEA Grupo de
Economistas y Asociados / StructurA

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