"Una invocación a ver el arte con ojos nuevos". Este es el objetivo que se ha marcado el escritor y cineasta canadiense Jean-François Martel en Vindicación del arte en la era del artificio, un ensayo que está generando debate y en el que critica la banalización de la cultura del espectáculo.

"El arte no puede fabricarse por encargo porque implica plantear lo inesperado, lo absolutamente nuevo; sacar a la luz lo que la normalidad ha soterrado. No es de extrañar que tanta gente lo tema", escribe Martel en Vindicación del arte en la era del artificio, publicado en español por Atalanta.

Martel escribe en sus páginas sobre "las tramposas leyes del mercado" y sobre la necesidad de asombro del artista ante las cosas, sobre la vital necesidad de una mirada del creador no contaminada e individual. Porque "los artistas son animistas, chamanes cuando trabajan, incluso aquellos que se declaran laicos y ateos".

"El poder del artista se reduce a dos cosas -dice Martel-: su sensibilidad ante el misterio radical de la existencia, y su habilidad, la maestría con la que es capaz de plasmar este misterio en un objeto o en un acto... Toda gran obra de arte constituye una imagen completa de la vida, que presenta de forma palpable el asombro del artista ante las cosas", escribe.

Y es que para Martel esa voluntad o espacio de asombro es lo que diferencia la obra de arte del artificio. Un arte de artificio donde el misterio que se le supone a la creación no existe, "solo la construcción de objetos para un público consumidor", añade.

"Lo último que quiere el constructor de artificios -dice- es tener una audiencia dividida. Una competencia como creador reside en su habilidad para reproducir la misma respuesta emocional en la mayor cantidad de gente posible".

En este sentido, el ensayista advierte de que el artificio "puede llevarnos a traicionarnos a nosotros mismos. Y no tiene que ver con quiénes somos ni con nuestras creencias, sino solamente con lo que hacemos y cómo lo hacemos. "Esto es la lógica suprema del mercado", sostiene.

Y como ejemplo del arte de artificio, que no posee ninguna profundidad simbólica, Martel señala a la película Avatar.

"El espectador sabe de principio a fin cuáles son las respuestas correctas y las incorrectas -argumenta-: en ningún plano de Avatar se duda o se cuestiona la organizada distribución de las fuerzas morales. La película lo ha pensado todo por nosotros".

"Lo que nos pone ante los ojos es una posición preelaborada: humanos = malos, naturaleza = buena". Si este enfoque se hubiera presentado en forma de discurso académico en vez de como espectáculo tridemensional, la mayor parte del público se habría sentido decepcionado por su obviedad", recalca.

Pero este escritor y cineasta de éxito propone en el libro salidas para este panorama que traza y que compara también con el estado de la biosfera, también esta en peligro de extinción.

Martel para apoyar sus reflexiones toma ejemplos desde las pinturas del Paleolítico a la música pop, Joyce, Kafka, Oscar Wilde, Rothko, Deleuze, Kubrick o, Herzog, entre otros,muchos, para recordar que "el arte y la emoción estética son un fenómeno humano innato que precede a la formación de las culturas y sociedades humanas".

"Algo que expresa una realidad mucho más profunda y compleja que la que cualquier artificio ideológico o consumista", concluye.

nrv

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