El sexto de la tarde, Siglo y Medio —de Piedras Negras , ganadería tlaxcalteca que sobrepasa esa edad desde su fundación como hacienda—, tuvo la gran cualidad de la emotividad en la embestida y en su embroque humillaba al dirigirse a la muleta. Gerardo Rivera lo toreó más con habilidad que con empaque y una parte del público pidió el honor del indulto.
El juez de plaza, Jorge Ramos , entre muchas protestas, injustificadamente lo concedió, y así se convirtió en el primer astado de esa ganadería en lograrlo en La México.
Gerardo
y Marco Antonio González dieron la vuelta al ruedo, pero no hubo la grandeza del pleno reconocimiento para el criador y el torero; éste se fue en hombros entre denuestos.
Así se remató una tarde en que la generalidad de los astados, con los pelajes que caracterizan a la divisa, se vinieron físicamente abajo en los primeros compases de muleta. El del cierre fue un buen toro, pero —desde mi prisma—, exagerado el homenaje.
Lució el capote de Rivera y Angelino, así como algunos pares de banderillas de ambos y de El Chihuahua , al que de plano le tocó un lote infumable y además se llevó un golpazo en la cara.
Rivera no hizo la suerte suprema en sus dos toros; el primero, por echarse antes de que la ejecutará; el segundo, por el mentado homenaje.
¿La semana próxima, como la anterior, será de indulto? Poco tiempo faltará para saberlo.