Han pasado varias horas desde aquel espontáneo y entrañable abrazo que protagonizaron a un costado de la fosa en el , pero los corazones de Alejandra Orozco y Gabriela Agúndez aún laten rápidamente.

No podía ser de otra forma. Tampoco pueden evitar centrar sus miradas en ese enorme trozo de metal que tanto les representa, porque lo hecho en Tokio va más allá de lo enorme que de por sí representa ser medallistas olímpicas. Lo de ellas es un genuino ejemplo de vida.

Las chicas que dieron a México el bronce

en los clavados sincronizados desde la plataforma tienen motivos extra para celebrar aún más su gesta.

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Las dos padecieron Covid-19 y Agúndez perdió a su entrenador hace un año, golpes de los que se recuperaron para alcanzar un sitio en el podio asiático.

“Pensamos en lo que hicimos. Lo traíamos en la mente desde siempre; hemos picado mucha piedra durante años y ahora está la recompensa”, comparte Orozco, quien ganó plata —en la misma prueba— durante los Olímpicos de Londres 2012 . “Hemos pasado por muchas cosas, pero lo conseguimos y ya puedo decir que Gaby también es medallista olímpica”.

“Nos sentimos felices, satisfechas, muy contentas”, comparte una risueña Agúndez . “Hemos sido la pareja oficial de México desde hace tiempo, y todo esto se debe al trabajo con Ale, con nuestros entrenadores y las familias”.

Esas que las apoyaron en los momentos más álgidos, cuando la pandemia les atacó con fuerza.