El problema vivo e inmediato es evidente: de no pararse la máquina humana que destruye, sin obviar los cambios propios de la naturaleza, la Tierra y la humanidad están en peligro. Nuestro tiempo, el de los Homo sapiens, podría acabarse.

Al promover enfermedades inventadas, médicos, laboratorios, hospitales y compañías farmacéuticas urden un tejido donde el único que pierde es el individuo.