No fue Aurelio Nuño, tampoco José Narro, ni Miguel Ángel Osorio Chong o Enrique de la Madrid. Al único que el presidente despidió ayer de su gabinete, deseándole suerte para “el proyecto que ha decidido emprender,” fue a José Antonio Meade.

 

Aunque en este país todo puede suceder, sería ridículo que mañana o pasado Los Pinos convocaran a otra conferencia de prensa para despedir, con igual elogio, a los otros pre-candidatos integrantes del gabinete.

En todo caso, para el remoto caso de que así sucediera quedará registrado que Meade fue el primero en recibir el apretón de manos presidencial. Por cierto que Enrique Peña Nieto modernizó el ritual del destape. Esta vez no fue el dedo del mandatario quien designó al ungido, ni la dirigencia priista – acompañada de los sectores – la que levantó el puño del abanderado. El destape ocurrió con un fuerte apretón de manos, elegante al estilo Atlacomulco, antecedido por una lista bien confeccionada de elogios, en buena medida similares a los que Luis Videgaray regaló al mismo personaje la semana pasada; excepto que, poseedor de mejor tino, el presidente se ahorró la comparación con Plutarco Elías Calles.  

 

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