Desde su primera acepción, el empoderamiento implica el fortalecimiento de las capacidades y confianza de las personas para que puedan recuperar el control de sus vidas. En el caso de las mujeres, este proceso es necesario porque nos han educado para subestimarnos permanentemente.
La historia evidencia que no solo nos han despojado de nuestros derechos y libertades, incluyendo la vida misma, sino también de la autonomía que debiera otorgarnos la validación propia. Pese a que las mujeres somos valiosas en tanto somos seres humanos, personas integrales que pensamos, sentimos, creamos o imaginamos, debemos seguir luchando porque aún hay prácticas sociales e institucionales, públicas y privadas que nos discriminan y nos niegan la posibilidad de vivir plenamente y sin violencias.
ONU Mujeres ha reiterado cómo una mayor participación política y económica de las mujeres en los países tiene una influencia positiva en el bienestar de las sociedades. Por ello, no es casualidad que el lema del Día Internacional de la Mujer 2025 fuera “Para las mujeres y niñas en TODA su diversidad: Derechos, igualdad y empoderamiento”.
Si entendemos al empoderamiento como un mecanismo útil para buscar la mayor participación de las mujeres en todos los sectores y niveles de la actividad económica, será más fácil construir sociedades más justas y equitativas. Para lograrlo, es indispensable garantizar el acceso inclusivo a la educación, al empleo y, sobre todo, a espacios de liderazgo y toma de decisiones que redefinan las estructuras de poder.
Incluso, empoderarse necesita que cuestionemos la acción en sí misma. ¿Por qué seguir pensando a las mujeres como receptoras pasivas de un poder prestado? Las mujeres no queremos que se nos conceda algo que ya nos pertenece: lo que exigimos es que haya condiciones que permitan ejercer nuestro poder en libertad, sin pedir permiso.
Las verdaderas transformaciones empiezan cuando dejamos de pedir lugar y comenzamos a ocuparlo. La capacidad de actuar, decidir, transformar y transformarnos, es decir, la agencia, no es algo a lo que debamos aspirar, es nuestra realidad. Somos las mujeres quienes nombramos lo que antes se callaba, quienes denunciamos lo que antes se justificaba y quienes imaginamos futuros más justos e igualitarios desde todos los espacios que ocupamos.
El empoderamiento y la agencia no son conceptos abstractos ni vacíos, se manifiestan en cada mujer que se atreve a romper un molde, a decir que no, a defender sus decisiones, a exigir su lugar y, sobre todo, a reconocer su propio valor. Lo vemos en las mujeres que innovan, que incomodan, que no solo resisten, sino que también construyen, sostienen y avanzan. Hagamos patente que el poder no se pide: se ejerce.
Magistrada Presidenta de la Segunda Sección de la Sala Superior. @z_mosri